Al fin y al cabo -de mis miedos- este blog se irá convirtiendo en otro dietario voluble más -con permiso de nuestro ilustrísimo y distante tío-, que es para lo que me metí yo hace más de tres años en esta región ocultamente furibunda. Me he estado preparando para ello.
Páginas, melodías, paseos, comistrajos, impresiones, intuiciones, espantos, infortunios de la virtud y deleites del vicio y las manías.
Con alguna que otra maravilla cazada al vuelo, ¿o es Ella la que nos caza?
Se fue aquel que tanto me emocionara, dejando junto a mí futuros momentos de lágrima y alma.
Lo dije ya: ni cigarra ni hormiga, soy una araña.
Hilvano, hilo, tejo la seda materia de sueños confusos que atrae hacia sí la realización de un deseo que es melodía, sabor, mujer, verso o cualquier otro antídoto contra la muerte.
Me pierdo, a veces parece que lo hago aposta, y maldigo el momento en que todo se hace trizas, como si no lo hubiera buscado ...
Pero mienten todos aquellos que dicen que cada cual se busca su destino. El destino es una casa construída por otros, ¿por tí? Si no tienes ni idea de arquitecturas ni ingenierías, cómo vas a culparte de todos esos errores.
Hoy en el desayuno se me caía un bote de mermelada de melocotón, tendré que comprarla de fresa, que es la que me gusta. O arándonos, moras, frambuesas, frutas del bosque encantado.
Encantado de conoceros.
Bosques de misteriosa frondosidad donde perderse, cuando la ciudad de siempre queda oníricamente en ruinas.
A todos los románticos nos gustan las ruinas y pasearnos por ellas. Aquí Séneca pensó su obra, allí se desnudaba Cleopatra, de afilada nariz, rodeada de eunucos con las vergas metafísicas en alza.
¿Quién compra hoy acciones de romanticismo? Son un valor seguro.
Vino a quedarse erradicando toda afrenta positivista y racional. Hablo del Romanticismo como movimiento, el alma como una pintura a veces goyesca, a veces prerrafaelista. Distorsión y magia.
La realidad está en crisis.
Nietzsche, que fue el último romántico decimonónico, creyó matar a un dios, cuando lo que hizo con sus iluminaciones fue resucitar a toda una legión de dioses: los superhombres.
Mediterránea, nuestra patria, siempre fue pagana, con sus dioses domésticos y jardineras ninfas.
También tengo sangre vasca, con lo que, como Unamuno, pertenezco a la rebeldía de Jacob, aquel que se peleaba con el Ángel del Señor. Luego fue su predilecto, y todo un pueblo unido en una Fe lleva su nombre: Israel.
La oración también es una pelea, un duelo de hombres y dioses.
Lo que nos gusta de Unamuno es esa proximidad a nosotros, siempre en desacuerdo con todo, sobre todo consigo mismo.
Quien se da la razón en todo y está encantado de conocerse es el que nunca duda, y en esa firmeza se sustentan todos los regímenes autoritarios.
Ayer releía yo aquello de: venceréis pero no convenceréis.
Meses antes de morir solo, con el fracaso de todo un país en su persona, Unamuno padeció lo que Millán Astray proclamaba:
-¡Mueran los intelectuales!
Don Miguel sentenciaba:
-Éste es el templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaríais algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho.
Se comportó como un cristiano, así hacía el de Nazaret contra los fariseos.
En la historia hay dos tipos de personajes: los que intentan liberar al hombre de sus cadenas, y los que acallan a los liberadores. Los primeros son, de una manera u otra, crucificados, los segundos son los que crucifican.
Da igual el traje político o religioso: derechas e izquierdas, musulmanes o cristianos, todos llevan dentro de sí su Millán Astray y su Unamuno, su Caifás y su Cristo.
Buscaba ayer por la tarde las canciones de Morente, aquellas que escuché una y otra vez hace años, durante años. Era el disco un vinilo de caramelo de fresa en el aspecto, y un día estaba yo pasándome a cintas los tangos de Gardel cuando, sobrándome espacio, ví que el tal Morente cantaba tangos.
Claro es que no eran esos tangos, pero el descubrimiento marcó el día en el calendario de mi educación sentimental: amaba esa música, ya antes amaba los versos de San Juan de la Cruz, y ahora con esas melodías los amaba aún más.
En ese vinilo había también adaptaciones de un poeta andalusí llamado Al Mutamid, un rey taifa de Sevilla hace un milenio, un rey de los que apreciamos aquí en Manicomio, más a favor del retiro de las artes y las letras que de la guerra. Las guerras hacen la historia, Arte y Literatura hacen mi Historia.
Me pasé toda la tarde buscando en Goear y en Youtube, mundos que lo tienen todo pero a los que les faltan algunas de las mejores canciones.
Menos mal que un amigo me recomendó que me instalara el Spotify, que tiene mucho gratis, siendo una caja de sorpresas positivas y negativas. Poco hay de algunos grupos y cantantes queridos, no sé si pagando se consigue algo, pero, oh, maravilla, encuentro las canciones que Enrique Morente hizo de los versos de Al Mutamid y San Juan. No las he comprado, quizá las compre para ofrecértelas a tí, en este blog, cuando le haga un post en condiciones a Enrique Morente. Dejé escapar la ocasión en su día, cuando ví en cd el disco.
En Youtube y Goear al menos tienen La Estrella y Aunque es de noche, canciones que colgué ya en mi blog alado, canciones de estremecedora belleza.
Buscando encontré esas canciones de Lorca que tan bien conjugaron, innovando, los Lagartija Nick con Morente, rock y flamenco para la Poesía, versos para el Rock y el Flamenco. El disco se llama Omega, como sabréis, y oí en los telediarios que los críticos decían que era ya un clásico, un disco redondo. No hay más que escuchar cualquier canción, como ésta:
Y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas
al increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros.
(Federico García Lorca)
De este modo, llego a los Lagartija Nick, que recuerdo yo cuando comenzaron, cuando decían que era el primer grupo grunge español, en ese penúltimo lustro finisecular, cuando yo mismo era un grunchillo con greñas, camisa de cuadros por encima del jersey y ropa de segunda mano comprada en el rastro.
Eran los comienzos de aquello llamado Indie, que no es otra cosa que una manera romántica de homenajear las ruinas del pop sesentero, setentero, ochentero...
Yo no me canso de buscar y de encontrar en los tesoros de la red de araña canciones indies. En spotify, además de a Morente, encuentro a estos grupos que luego busco en youtube y goear, por si acaso.
La canción de los Lori Meyers que encabeza este post, por ejemplo, se me ha metido en la cabeza y no se me va. Me parece una canción muy buena.
Luego está esta de los Love of Lesbian, que tiene algo de nostálgico misterio, muy bien compuesta. Si vemos además el vídeo, mejor.
Es la ventaja de vivir hechizado en una sempiterna patria llamada Juventud, postadolescencia a un paso de los veinte.
Como el vampiro, recorro en mi noche la historia de La Melodía en vuelo, siguiendo sus aleteo, su cuerpo resbaladizo de pez volador entre el sentimiento y las ideas.
Tenía pensado escribir sobre nuevas bibliotecas en edificios en ruinas y sobre rosas púrpuras del cairo. Pero lo dejaré para otro día, que esto sería alargarse y aburrir gratuitamente.
Eso sí, un vídeo para el recuerdo en mi jardín para aquel que tanto nos hizo reír con sus panteras rosas e inspectores despistados: Blake Edwards Y habrá que ver otra vez Desayuno con diamantes ...
Coda
Amor onírico.
Te he visto en sueños en mi lecho
y era como si tu brazo mullido fuese mi almohada,
era como si me abrazases y sintieses
el amor y el desvelo que yo siento,
es como si te besase los labios, la nuca,
las mejillas, y lograse mi deseo.
¡Por tu amor!, si no me visitase tu imagen
en sueños, a intervalos, no dormiría más.
(Al Mutamid)
No hay comentarios:
Publicar un comentario