miércoles, 7 de abril de 2010

Rebelais o la literatura excelente y excesiva



El camino del exceso lleva al palacio de la sabiduría.
William Blake.

Compré el Gargantúa y Pantagruel de Rebelais dos días después de dejar de fumar, se había casado mi hermano mayor un 23 de Abril y me propuse ese día como la noche del último cigarrillo, antes de acostarme, despues de la discoteca.
Era Domingo, y los tenderetes de libros aún estaban expuestos en la calle, como golosinas para los hambrientos de letra impresa.
Íba con mis otros hermanos a ver el Drácula de Francis Ford Coppola, y antes estuvimos curioseando las ofertas de la festividad de San Libro.
Además me llevé El dragón rojo, de Thomas Harris. Había leído El silencio de los corderos y me gustó bastante, así que tomé la precuela. También compré La máquina de leer los pensamientos, de André Maurois.
Leí el libro que nos trae aquí hoy, sin embargo, el siglo siguiente, años después.
Primero leí el Gargantúa, luego el Pantagruel, de corrido, siendo novelas independientes, pero sin dejar de ser una saga, ni de ser cada una imprescindible para la otra.
Hace unos años lo regalé a un compañero de viaje, trabajábamos en Alcalá y vivíamos en el mismo barrio, así es que no era raro encontrarnos, y siempre volvíamos juntos. Casi siempre hablábamos de libros, aunque él se negaba a leer novela que no fuera clásica. Días después él me regaló Trilogía de Madrid: no le gustaba Umbral, así que lo echaba de más. Fue el mismo verano en que murió Paco Umbral, así que fue una de esas pequeñas casualidades que salpimentan el misterio cotidiano.
Pero vayamos al elogio de la obra.
Rebelais es, junto a Cervantes, el impulsor de la novela moderna.
Quizá pueda parecer pedante, pero para hablar de Rebelais hay que ser arrogante hasta el extremo, y altivo hasta el exceso.
Yo, en la lectura de Gargantúa y Pantagruel, tenía la sensación de estar leyendo algo novedoso, arriesgado, rompedor.
Una sensación contraria a la que me viene cuando leo mucha literatura actual, que me da la sensación de ya leída.
Todo en esta obra de Rebelais es excesivo, gigantesco.
Un capítulo en la vida de Gargantúa es ya toda una vida. Todo lo que come, todo lo que lee, todo lo que reza, todo a lo que juega, todo lo que fornifolla, toda manera de batallar.
Desmesura.
Sin embargo, uno tiene la grata sensación de que Rebelais no se tomaba demasiado en serio lo que hacía, que más bien escribía como pasatiempo, y que en ese tiempo se lo pasaba muy bien. Y así se lo transmite al lector.
Ironía y burla, parodia. Cuando uno lee la genealogía de Gargantúa recuerda las genealogías bíblicas de San Mateo y San Lucas.
Hay que tener en cuenta sin embargo que es una obra seria en su contexto, más que por sí misma. La pincelada es el humanismo europeo que surgió en ciudades como Florencia y floreció en Francia con Rebelais y en Holanda con Erasmo. Su marco, el Renacimiento.
Son obras cargadas de referencias, que se muestran a sí mismas deudoras de la cultura anterior, sobre todo la grecolatina, a la que quieren honrar ensalzándola, mencionándola frecuentemente.
Actualmente Enrique Vila-Matas sería un autor tipo del humanismo, citando hasta por los codos manchados de tinta.
Quien habla muy bien en sus memorias del exceso, y concretamente de Rebelais y de Cervantes, es el excesivo Bryce Echenique.
Personalmente, si me dan a elegir, en Literatura yo escojo el camino del exceso, que es el más te hace errar y confundirte, pero también a los hallazgos que tanto gustaban a Umbral y a los abismos que tanto defendía Bolaño, que siendo tan distantes quizá no eran tan distintos. Al menos en las intenciones.
Este invierno, leyendo el Mary Tribune de García Hortelano yo me acordaba mucho de Rebelais, pues su personaje principal, el innombrado, era un tipo rebelesiano; sobre todo en su manera de beber y perderse, de amar y hacerse odiar.

Gargantúa, por Doré

2 comentarios:

Hilvanes y Retales dijo...

JO, que bonito todo...y eso de los abismos y Bolaño y lo otro de Umbral (perdone, no estoy muy fina hoy, es por el oido)...(casi que mejor comento en otro momento...jejeje) Volveré...

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

Vuelva como lo desee.
Y hablando de Drácula, ya que lo menciono en el post -fenomenal novela, por cierto, de género epistolar al igual que la también fenomenal Frankenstein-, hay una frase famosa que dice, al recibir el conde a sus invitados:
"Entre en mi casa libremente y deje algo de su felicidad en ella" Más o menos era así.
Pero yo lo digo sin irónico vampirismo, claro.