sábado, 17 de abril de 2010

Lo que falta (una reflexión)




Hay siempre algo de clandestino en los comienzos de nuestra autonomía narrativa, estallido que suele coincidir con el punto álgido de una carencia oscuramente padecida desde temprana edad: la añoranza por un interlocutor verdadero a quien dedicar nuestras cuitas, impresiones o fantasías. Y también a quien confesarle nuestros pecados.
Carmen Martín Gaite. El cuento de nunca acabar


Lo que falta para ser feliz, para realizar el proyecto, para llenar la ausencia, para completar lo que se es.
Es ley de economía, también de vida: vivimos en un estado perpetuo de carencias de diversa índole.
Son varios los motivos que nos llevan a escribir: dejar testimonio, expresar una idea o un sentimiento, crear un mundo alternativo.
Personalmente, conozco la razón por la que escribí siempre: un ejercicio compensatorio. Es decir, que quizá no tengo nada que contar, pero sí un espacio que llenar, puesto que nada ni nadie lo hará por mí y no conozco otra manera de compensar esa carencia, de amueblar la estancia vacía, buscar y encontrar aquello que falta.
Coda
Ese fragmento de La Gaite pertenece al capítulo Bajo el disfraz del pirata, pero recomiendo ante todo la lectura del capítulo Don Nicanor tocando el tambor.


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