sábado, 25 de agosto de 2012

La Trilogía de Nueva York, de Paul Auster


Paul Auster, un escritor elegante.

Considerada una de las grandes novelas de los años 80, y la que hizo célebre sin remedio a Paul Auster, La Trilogía de Nueva York debería formar parte de ese canon para libros de texto y demás guías para caminantes literarios.
El asombro, la Maravilla, la tuya fermosura y el libro de la nostalgia.
¿O es que acaso no estamos formando ya ese libro de todos los libros leídos, de los mejores libros leídos?
Sin duda, esta novela que son tres novelas formará parte de mi particular canon, de mi nostalgia futura, tanto es así que ya la estoy añorando.
Sin duda, las páginas que conforman La Habitación Cerrada, última novelita y colofón de la Trilogía, es uno de los mejores relatos leídos. Un relato pura sangre, el mejor Paul Auster y una de las vías de la mejor literatura posible: la de una historia bien contada.
(de las otras vías ya he estado hablando en los trescientos post anteriores)
Tanto es así, que las dos novelitas primeras de la Trilogía me parecen pequeñas, siendo de lo mejor de Paul Auster, comparadas con esta Obra Mayor. Habrá quien prefiera las otras, pero esta es mía, y página a página he ido quitándome el sombrero y adentrándome en el misterio de este personaje, Fanshawe, como un gran Meaulnes contemporáneo e igualmente inolvidable.
Quizá me gustó y turbó más El Libro de las Ilusones, libro mágico donde los haya, pero en La Trilogía de Nueva York hay una empresa mayor, una construcción irrepetible e irreemplazable, otra vuelta de tuerca más a la Literatura.
Heredera directa de Kafka y de Dostoyevsky -a mi modo de ver, o mejor dicho de sentir, ya que el primer relato, Ciudad de Cristal, me produjo la misma desolación que la lectura de El Doble-, hasta el mismísimo padrino de las letras españolas, don Enrique Vila-Matas -que tantos ahijados bastardos tiene, entre ellos yo mismo-, quedó fascinado por su lectura (link).
Luego se harían amigos, se meterían en polémicas tertulias, y se visitarían para cenas y otros saraos para escogidos plumerillas. El uno menciona el otro en alguna de sus novelas de autoficción y búsqueda, el otro dicen que hasta sigue su religión vilamatiana, que tantos seguimos aunque no sea de manera muy practicante.
En esta Trilogía tenemos los mismos ingredientes a base de obsesiones paulasterianas. Están, por ejemplo, las mismas chicas paulaster y los mismos tipos paulaster, al igual que hay chicos y chicas almodóvar. Los mismos ambientes y las mismas pequeñas tramas de indigencias, amoríos sugerentes a la vez que desengañados, y enajenamientos y extrañas decisiones. Así el azar, cómo no.


Enrique Vila-Matas y Paul Auster, dos metaliteraturas
 Hay cierto vínculo en esta novela mayor entre sus novelitas. Pero se trata más bien de un vínculo metafísico y de nombres repetidos. Quizá una segunda lectura aclararía algo. Ya digo que es novela para ser estudiada y analizada además de leída, porque creo yo que si en una primera lectura deslumbra, en una segunda, meditada, sería ya palabra mayor.
Según la contraportada, según algunos críticos de oficio, es una novela posmoderna.
Usa de la novela negra, o viceversa. Es como si la novela de género cobrara supradimensiones, algo que se ha repetido a lo largo de la historia del relato, como sucede con Don Quijote -muy querido por Auster- y las novelas de caballerías.
Para que luego me vengan a mí con que leer novela de género es perder el tiempo, cuando es de las subliteraturas de donde nacen algunas de las grandes obras.
De la parodia y del homenaje.

Ciudad de Cristal

Por una casualidad, por un malentendido, comienza la aventura. El protagonista decide seguir el juego al reclamo equívoco, y hasta el mismísimo Paul Auster se hace un cameo. Todo este misterio no se va resolviendo  como en la novela negra típica, sino que se disuelve en la degradación del ser, en el olvido de uno mismo, se superpone el juego a la misma vida y entonces tódo se va perdiendo, hasta la propia identidad, dejando al lector tocado y hundido.

Fantasmas

No menos extraña es Fantasmas, quizá novelita negra más típica en la forma. También aquí seguir el juego lleva a la enajenación, aunque aquí sí sea certero el reclamo. Un extraño encargo para un detective. Pasarse la vida mirando una ventana mirando a alguien que se pasa la vida mirando tu ventana recuerda al pez que se muerde la cola, pero aún hay más, vínculos invisibles trascienden los hechos.

La habitación cerrada

Algunas de las mejores páginas escritas por un gran fabulador, el relato de unas vidas, casi de corte clásico, pero narradas con tal maestría que son ya un clásico. La historia de una amistad que deriva de la admiración al odio, un cometido para el mejor de los amigos, que es sacar a la fama al amigo escritor desaparecido en extrañas circunsancias. La complejidad de la Trilogía, pese a la sencillez del relato, se acrecienta aquí en el juego de mentiras sin sentido, hasta llegar a una espiral desquiciada de búsquedas y desencuentros. Personajes carismáticos a los que no se llega a comprender, pero es que hay que comprender que lo que nos parece atractivo y fascinante no tiene porqué tener un sentido, pues quizá esté lleno de errores.
Así esta Trilogía, tampoco nos parece una obra perfecta, pues también tenemos los errores a los que Auster nos tiene acostumbrados, como las escenas amorosas que parecen sacadas de una fórmula -más de radio fórmula que química-, y unos giros en la trama que por querer parecer imprevistos resultan más bien desconcertantes.
Sin embargo en sus flaquezas la narración se humaniza, pues no estamos viviendo lo que se dice una vida plena, más bien las carencias se acentúan con el paso de los años, y por eso, por humana, esta obra más metafísica que realista, merece todo nuestro aplauso.
Tuvo éxito Paul Auster con estas fórmulsa suyas probadas en esta Trilogía, y las ha segido manteniendo con el paso de los años, con más o menos fortuna. Paul Auster siempre es garantía de buena lectura, aunque no siempre se halle en el estado de gracia en que está aquí o en El libro de las ilusiones.
Dicen, aún así, que su mejor obra es Leviatán. Habrá que leerla próximamente, pasada la cuarentena que merece cualquier literatura, pues toda literatura en grandes dosis puede enfermar al paciente, yo soy de los que considera que es mejor esperar un tiempo antes de repetir autor.
Y basta ya por hoy, sólo subrayar que es buena obra para los amantes de las obras buenas, metaliterarias y bien construídas y mejor narradas. La amenidad, además, es un tobogán que te hará pasar un buen rato.

Coda

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