lunes, 14 de noviembre de 2011

Los raros



No he querido saber, pero he sabido, a través de Kirsten Dunst en su papel de Justine, que estamos solos en el universo.
-Yo sé muchas cosas -dice en una escena Kirsten, Justine.
La película se llama Melancholia, y está dirigida por un tipo que dice que es el mejor director del mundo, este mundo solo, en el universo. Este director se llama Lars, Lars Von Tryer. Este director no sé yo, que no opino por no molestar, si es o no el mejor, lo que sí sé es que es un tipo raro. Un raro.
Otro tipo raro en curiosa competencia para  director del año -por no decir de todo tiempo-, es Terrence Malick. Por sendas películas. Por raras películas. Más raras que soltarle a la urna una metáfora -o un tropo cualesquiera- en ese 20N aciago con memoria de efemérides y otras causalidades.
Iremos a votar, y votaremos raro.
Yo era un raro, ya no lo soy tanto, ahora me adapto.
Estos larsvontryers y terrencemalicks son unos inadaptados. Hacen Arte. La gente les hace una reseña y asisten a la proyección en reverencial silencio. Hoy una abuelita se ha escapado de los Golem en el minuto 40. Hace semanas, cuando lo de El árbol de la vida, la gente huía en manadas de los Ideal. Yo, con mi reverencial y proverbial paciencia, aguanté, porque se trata de Arte. Y el Arte duele, y hay que disfrutarlo con dolor, con tesón, con sudor. El Arte, como la fama, cuesta. Sobre todo le cuesta al que asiste al espectáculo: los euros, y la mala conciencia por no estar a la altura.
Pero mola.
¿Es que yo no leí el Ulises de Joyce?
¿Es que yo no leí las quinientas disgresiones de Los Miserables de Hugo?
¿Es que no sigo leyendo, con lágrimas y sorbiéndome los mocos de frustración, la introducción que le hicieron a Javier Marías para Corazón tan blanco en Crítica? La novela, por cierto, muy interesante, con esa elegante amenidad que sabe verter Marías, aunque no quiso saber, pero ya sabe.
Lo malo no es el objeto artístico, lo malo es todo ese funambulismo de bibliografías en la cuerda floja de mis entendederas. Lo malo es que te tragas un Melancholia y en el lote va incluido el Arte sádico de las horas de estudio infructuosas, con su código sólo para iniciados en la excelencia.
A un raro, si es famoso y premiado y de culto, se le permite todo. Yo se lo permito todo, y todo se lo perdono al que me aburre, pero no me vengan con tesis doctorales para la sentida melodía en una mala resaca.
Estos raros creadores viven en una permanente mala resaca, y tararean bien, bonito, por el polvo que no echaron ayer noche. Luego llegan la miríada de páginas bibliográficas a analizar la melodía, resaca incluída, y en vez de pasarte a tí la melodía te pasan la resaca, a tí, con el polvo que no echó el otro ayer noche.
Yo volveré a ser el chico raro de la clase, como lo fui hasta el bachillerato. Luego en la universidad nos juntamos mil raros y ya todo nos fue perdonado.
Pero no habrá paz para los rarunos.
Hacía tiempo que no te hablaba de cine. Ven, siéntate aquí, a mi vera, a la vera de mi canto que ni es arte ni hoy tiene resaca y ni es merecedor de bibliografías funambulistas para cuerdas de locos. Ven, te digo ven, a mi vera, que te voy a contar hoy el cine que yo ya ví, sólo para tus oidos que saben escuchar mejor, y más que todos los excelsos camaradas del Arte.

Melancholia. (trailer)
Me gustaba más Kirsten Dunst como novia de Spiderman, aunque aquí está soberbia. Me gustó más, también, como Maria Antonieta. Sofía Coppola, aunque hay quien dice que es fea, a mí me pone mazo. Me montaba yo un menage a trois con la Coppola y la Maria Antonieta que no lo filmaba un larsvontryer ni después de la larguísima depresión que le entra después de un premio en Cannes. Antiticristo me gustó más. Ésta de Melancholia es muy esteta, muy bella en su conjunción planetaria pese a tanto apocalipsis. Los planetas son la música de Wagner -Tristán e Isolda-, el paisaje, el trabajo actoral, los melones de la Dunst, y mi reverencial silencio, tan peregrino a veces. A voces.
Sin embargo sigue en pie mi lealtad a Lars Von Tryer, por Los Idiotas, por Bailar en la Oscuridad, por Anticristo, por Dogville ... y por Melancholia, claro que sí, más rara de ver que difícil de tragar, y uno a lo largo de su vida se ha tragado tantos ladrillos -no me llores jamesjoyce, que tú eres mi padre bastardo- que le está cogiendo cierto gusto a esto de ser sodomizado por el Arte. Lo mejor, sin duda, es que no sale Penélope Cruz, que era para quien Lars Von Tryer cantaba su polvo no echado de ayer noche. Entonces yo me habría ido también en el minuto 40 con la abuelita que se sentaba detrás mío, a comer tortitas con nata en el Vips de la Plaza de los Cubos.
La Belleza de esta obra reside en el mal sueño que todos hemos tenido algún día, muy a menudo yo, qué te voy a contar que no te duela. Un apocalipsis narrado con el dolor de la desolación, pero con el latido feliz del que pese a todo se maravilla ante La Vida.
Yo me acordaba de tí, y de un sueño que tuve hace dos años y medio, en esa primavera rara de neurosis y añoranzas. En el sueño era de noche, y estaba yo con mi familia en una casa desconocida, con jardín, aunque en el sueño era nuestra casa. Se oían ruidos como de bombas al explotar, entonces salimos al jardín y vimos caer aviones, como derribados, pero no fue así. La luna se partió en dos, desapareció. Sería el efecto de la luna al romperse, qué sé yo, la gente salía a los jardines de sus casas con miedo y ansiedad. Pero no se acababa el mundo, no, sólo la luna acababa, y yo me acordaba de tí y pensaba: ¿qué será de ella, ahora que no hay luna?

El árbol de la vida.(trailer)
El apocalipsis, otra vez. Esta vez sin embargo no tiene un valor de acabamiento. El árbol de la vida gana puntos según pasan los meses, en el recuerdo. No miento si digo que me gustaría verla otra vez, pese a que salí del cine -salimos del cine- admirándonos de lo raro que era el mundo, de lo raro que era el Terrence Malick, de lo rara que era la película, y de lo raros que éramos nosotros por habernos atrevido a entrar al festín sin apreciar la comida en su propia valía. Manda huevos las cosas que hace la gente por el Arte.
Más esperanzadora, por religiosa, que Melancholia, El árbol de la vida es también la labor de un esteta, también esta vez con su ética incorporada. Con paciencia y silencio reverentísimos irá el espectador que quiera ser merecedor del premio al chico raro de la clase.
Yo soy raro.
Tú eres raro.
Él -Malick- nos gana por goleada.
Si ponemos juntos a Terrence y a Lars y les dejamos encerrados en una urna este 20N aciago, ¿quién ganará? Rajoy seguro.
-Ja, ja, me parto y me mondo. Anda a contar chistecitos al club de la tragedia, mozo. Y siga con su cinemanía, que escribiendo está más guapo.
-Gracias por el piropo, señora ... o señorita.
-Señora, por favor.
-A sus pies ...
Digo que si ponemos juntos a Lars y a Terrence, ¿quién se lleva la palma de la genialidad de la temporada de cine? Dicen que dicen, por ahí leí algo, que el mundo está demediado en dos bandas, los de Terrence y los de Lars, los de El árbol de la vida, o los de Melancholia. A mí, si me dan a elegir, me prostituyo a quien me page más. Es lo de siempre ¿ Barsa o Madrid? ¿Prosa sonajero o angloaburridos? ¿Sabrina o Samantha Fox? ¿Derechas o Izquierdas? No valen las medias tintas, no habrá paz para los tibios.
Acércate y ven, aquí a mi lado, que yo te diré en un susurro lo que sólo a tí y a mí importa. Lo demás es un circo, intereses creados, mafias, juegos para engañar el tedio. Tan peligrosos, a veces, que no merece la pena participar y dar la vida por aquello que ni te da de comer y que además te quita el sueño.
Juegos son, sí, de la edad tardía, sí, para engañar el tedio.
Hay una semejanza personal entre El árbol de la vida y Juegos de la edad tardía, de Luis Landero. Con la novela me pasó algo que rara vez me ha pasado -quizá con el Ulises de Joyce, que más que una lectura fue un parto por lo dolorosa, pero ahí tenéis al niño, haciendo posts porque ha leído el Ulises, qué mono y qué lindo-, ha ganado con el paso del tiempo. No recuerdo haber disfrutado especialmente con la lectura de Juegos de la Edad Tardía, sin embargo tengo un recuerdo maravilloso de ella, una novela imborrable, con unos personajes que se han quedado, y una fábula genial. Así me sucede también con El árbol de la vida, que según pasan los días gana en el recuerdo, y crece, como una flor extraña que se miró un día y sólo con ser mirada se quedó, y creció y dio fruto en el alma.
Así como me pasó contigo, así son las obras que duran, los amores que quedan, los que han dejado más que huella: camino, más que rastro: presencia.
Nos hemos puesto evangélicos, ¿verdad? Días después de leer El árbol de la vida, voy y me encuentro con un artículo de Juan Manuel de Prada, que escribió Coños, que escribió Las máscaras del héroe, y luego de un día para otro envejeció, sin venir a cuento. Ahora alguna le llama mi John Wayne. Y a mí, que sigo más joven y más guapo, ninguna me dice esas lindezas.
Bueno, a lo que íbamos, de lo que tratábamos. El artículo trata sobre El árbol de la vida, y Juan Manuel de Prada le da una interpretación evangélica. Luego termina diciendo que Malick tiene un par, por la película.
Bueno, no hay que ponerse tan genital, y menos tratándose de Malick. Yo, la verdad, prefiero los genitales de Elena, mi Elena, Elena Anaya.

La piel que habito(trailer)
Me gustó bastante, por lo general me gusta todo Almodóvar, pese a algún desliz, pese a alguna Penélope Cruz. Al que creó Qué he hecho yo para merecer ésto, sin embargo, yo le perdono hasta eso.
Yo fui a ver si Elena Anaya me enseñaba algo, y me lo enseñó todo. A ver si la Sofía Coppola hace Maria Antonieta II, versión X, y hacemos la rareza del año haciendo Arte los tres juntitos: Sofía, Elena, Kirsten, y yo.
La piel que habito, aunque dicen que es la menos, yo digo que es muy almodovariana. Con su comedia y su tragedia, haciéndoselo juntas. Allí el raro -o el menos raro- era yo, pues cuando todo el mundo callaba reverencialmente, yo reía con las ocurrencias de Pedro Almodóvar. La cosa está -no sigan leyendo si no la han visto- en que Elena Anaya antes era un chico, y Antonio Banderas va y le rapta por un feo que le hace a su hija Blanca Suárez. Una mañana mi Elena se levanta y ve que no se le levanta, se mira en el espejo y en vez de tener la cosa colgando le ha nacido un lindo coñito, que es el coño que le faltaba a Juan Manuel de Prada en Coños. A mí me entró la hilaridad.
Si un día yo me levanto y me miro al espejo y me encuentro a Elena Anaya, ¿no sería maravilloso? La de cosas que haría bajo las órdenes de Sofía Coppola, mi Sofía.
Pero no habrá paz para los soñadores.

No habrá paz para los malvados.(trailer)
También me gustó mucho. Es de esas películas tan buenas, tan buenas, que no parece ser española. Parece americana. Así que la obviamos.

Si la cosa funciona. (trailer)
Woody Allen es un dicector americano que hace cine europeo, y todos le aplauden.
El mundo es raro, el mundo del cine es raro, los que opinan -opinamos- sobre cine, son raros.
Así que lo obviamos.
Bueno, no, digamos algo, ya que la peli es buena, pese a ser americana que intenta ser europea y lo europeo sólo es bueno si parece americano.
La ví en la filmoteca, y tiene una gran lección para la vida, que se dice al principio, se demuestra durante la película, que tiene final feliz. Woody Allen hace a veces finales felices, y yo, si me levanto mañana en la piel que habitaré de Elena Anaya, iré a hacer cine raro con él, Arte para exquisitos españoles que sólo ven cine americano aunque el cine americano se travista en europeo, o que una mañana se levante europeo. Con un coñito europeo que Juan Manuel de Prada se olvidó de publicar en esos fabulosos homenajes ramonianos.

Tímidos anónimos.(trailer)
Esta película fui a verla el Viernes. Se la recomiendo a todos, exquisitos o no. Se pasa un buen rato, y la hilaridad no desmerece a un chiste almodovariano que entienda yo sólo. La peli es francesa, humor francés, que a lo mejor no gusta a todos, pero yo creo que algo sacarás de aquí que sí te guste. Aunque sea el chocolate. O la empatía por los raros personajes. Porque esta peli sí es de raros, más que las otras, porque estos son raros como tú y como yo, no como el Banderas poniéndole coños a los que se benefician a su hija Blanca Suárez, si no raros con complejo de raros, raros anónimos como los que nos encontramos a diario, tímidos de verdad, no de mentira. La vida misma, con concesiones al musical en los momentos de magia.
Luego nos fuimos a cenar a un chino donde cenan los chinos, que cenan unas cosas muy raras, que yo les ví.
Y por hoy ya basta, que me lío y termino contando cuentos chinos, cuentos chinos para niños del japón.
 Pasado, o mañana, te hablaré de la reina de Inglaterra.

Coda.
Y luego querrás que te cuente un cuento, que te escriba una novela, ¡un cuento chino te voy a contar!
Una novela de un mundo raro, te voy a escribir.
Pero ven junto a mí, aquí a mi lado, que te cuento yo lo que a nadie le importa, por mucho Arte que tenga, que a tí y a mí sólo nos concierne.

No hay comentarios: