martes, 1 de noviembre de 2011

Corazón tan blanco, de Javier Marías

Javier Marías y tantos libros

No he querido saber, pero he sabido ...
(Javier Marías. Corazón tan blanco)
No he querido saber, pero he sabido, que la envidia sea quizá un motivo por el cual Javier Marías ha sido tan criticado por su obra literaria, por su singular y gran estilo. Una obra, por cierto, traducible, y laureada y valorada más allá de estas fronteras nuestras, y que será también que el estilo, el suyo estilo propio, manierista pero no tan frío, su poética como de verso en prosa, su lirismo liviano como alado.
No he querido saber, y así yo lo hago saber, porque toda esta bronca literaria me parece más un circo y una revista para frívolos, me parece más un ruido que un hecho literario. Yo, que siempre he admirado, yo, el admirador de todos ellos que alguna vez dijeron que.
Yo ya leí. Pasados años, siglo pasado. Mediaban los años noventa, Todas las almas, me atrapó un relato como sin trama, la trama, por cierto, aquí, es el estilo. Porque la vida no es una sucesión de sucesos, toda vanidad es marchita un día. La vida es estilo -no digo que el suceso sea una excusa para el estilo, si no que el suceso ya va siendo estilo-. El estilo es lo característico. Sin estilo queda una prosa como sin atributos.
Aquí en Corazón tan blanco, hay una gran trama, dolorosa, razón por la que el narrador no quiere saber, pero termina sabiendo -más que terminar, continúa, aunque sepa-. Y esa trama, sin este estilo como una nostalgia y un miedo, un mal presentimiento, no sería más que un relato veloz y unas razones. Sin más.
La trama es negra, y nuestro corazón, tan blanco.
El estilo es meditativo, reflexivo, rayante en la melancolía, o una cierta neurosis.
Me gustó Todas las almas, no sé por qué no seguí leyéndo más a Marías. Mis amigos dicen que lo mejor es Negra espalda del tiempo. Que por cierto.
Negra espalda del tiempo es una expresión recurrente en la obra, en la poética de Marías. No es el tiempo que se sucede, como el de un reloj. Es como esta mística que a mí tanto me gusta, de la que tanto o es hablado. Como una imposición, el tiempo aparte. Pasado, presente, futuro. No hay. O es que está aquí todo.
Personajes, motivos, van y vienen en las novelas y relatos de Javier Marías. Los mismos nombres, o personajes similares. Y los motivos.
Las consecuencias. Que parecen no querer acabarse ya en la página, y trascienden de la vida a la obra, de la obra al lector, así a su vida.
Y el estilo.
El estilo da muchas licencias. Yo, por ejemplo, con mi estilo hago lo que me da la gana, y me río de los límites, la normativa común -la autoritaria-.
Mi curiosidad, aún así, me hace merodear por el universo crítico antimarías. Cierto es, los fallos, pero es como si dijeran a Raphael -a propósito el pareado- que cuando canta tiene gallos.
Las grandes personalidades, así los grandes estilos, son carne de imitación y parodia, y hasta de crítica insana.
Dicen que a Javier Marías le leen mucho las mujeres, que gusta mucho al género. Y yo es que soy muy femenino. Sin llegar a.
Ayer celebraban el primer aniversario Los Tipos Infames (donde volvimos a rememorar el yo he venido aquí a hablar de mi libro característico de Umbral), y nos invitaron a vino y cervezas, me la agarré con poco, debió ser la mezcla: resaca hoy en el trabajo, porque mientras tú dormías el sueño de los justos, yo hacía una crema de calabaza sin truco ni trato, y me salió fetén.
-A usted se le escapa a veces el estilo umbraliano, y al igual que la mezcla de licores perjudica y da resaca, así también sucede con los estilos de variopintos autores.
-¿Que me ha llamado varioqué?
No tan distintos, y aquí vamos a rememorar aquel capítulo de Preludio a la fundación, de Isaac Asimov, en el que había dos tribus urbanas que se daban mala vida y mucha violencia sólo por el lado en que llevaban rapada la cocorota.
No tan distintos.
Parece que Javier Marías es fácil de traducir en otro idioma, de ahí su éxito. ¿Será traducible un estilo también, y por qué no, si es que no?
Umbral es difícil de traducir, por su estilo.
Sin embargo son dos estilos poéticos, con cierta fragancia similar en las evocaciones.
Uno se demora, con gusto por una retórica; el otro se soluciona en cada instante de la lectura.
Con concentración se necesitan varias páginas del uno para el hechizo, el otro te hechiza con una mirada -pero también aquí es necesaria cierta capacidad lectora-.
Ni peor el uno que el otro, ni el otro que el uno. Aunque yo tenga mis preferencias. Son estilos distintos. Pero es común en los dos la buena literatura, la que es capaz de deslumbrarte.
No tan distintos. Quizá distantes por las circunstancias extraliterarias. O Benet o Cela. Las páginas que he leído de ambos dos tienen su hechizo, cambian los ingredientes, las cantidades, pero el brebaje es potente y el efecto maravilloso, distinto, pero maravilloso. Aunque lo común es esta maravilla llamada Literatura.
Sí, distantes, por las circunstancias extraliterarias.
A veces las camadas de escritorcitos nos lloran por nada, sólo por pasar el rato y porque se aburren, también los niños lloran por aburrimiento, no sólo por hambre y frío y miedo. Cuando a un escritor se le llena la panza, se le abriga, y se le protege, empieza a berrear por tontunas, que si fulano me ha mirado mal, que si mengano no me ríe las gracias, que si zutana no me no me. Que si tú eres un angloaburrido y que si tu prosa es prosa sonajero.
Son como mafias, como clanes, indignados y escarmentados que ni escarmientan ni saben llorarlo bien. Yo me admiro de ver toda esta feria entre quevedos y gongorinos, desde antaño y hasta el coño.
Mírenme a mí, que no me meto con nadie y voy a lo mío y soy Príncipe de las Letras. Cualquier día Marías me apadrina -apadrine a un plumillas de barrio bajo- y me nombra Duque de ArroyoLuche. Ya que no me lo hace Vila-Matas -apadrinarme-, lo podría hacer el rey Xavier I. Javier Marías.
Javier Marías y Shakespeare, cosa que es honra honrar al grande y homenajearlo de esa manera, no sólo porque de él sacas los títulos, si no porque de él también sacas estilo, y filosofía.
Me gusta Marías por todo ello y más. En las fotos siempre sale o fumando o con libros, y de las dos maneras.
Y le respeto mucho, sobre todo leyéndole detenidamente, lapiz en mano para subrayar atento, que es la manera más piadosa de leer -como quien reza- a un escritor -ante un santo-.
Lo respeto tanto, tanto impone su manierista -pero no tan fría- manera de escribir, que para quitarle seriedad me veía de vez encuando los capítulos de Muchachada Nui en que se hace parodia (link 1) (link2)
Yo haré novelas con versos de Cirlot, que es mi poeta y mi épica. Mi lírica y mi mística.
Una novela será: Los árboles del miedo me llaman hijo mío, como el verso cirlotiano.
Y otra, como ese otro: Debajo de este barro manchado por tus perros.
Me gusta, de Corazón tan blanco, esa manera de describir tan certera y embalsamadora, ya sea un personaje -el padre Ranz, memorable su descripción-, o un motivo cotidiano -el murmullo de las mujeres cuando canturrean-. Es magistral ahí, ahí sobre todo, de ahí es donde quiere aprender uno a escribir, a ganarse ese magnetismo que imán Marías tiene en algunas páginas.
Sí, es un escritor magnético, un mago del texto, ese ejemplo literario que hace que la prosa se convierta en Literatura. Alquimista.
La cosa va de traducciones e interpretaciones, la novela va de las consecuencias del saber, y de que es mejor callar. La novela tiene una metafísica. De la vida. Del estilo.
Lo que no se dice no trae consecuencias, lo que se dice sí.
Hay mucho de lo que hablar, de otros aspectos y temas. Pero yo callo. Mejor tú te la lees, y ya si eso. El secreto.
Es necesario guardar secretos: moraleja.
Porque yo tengo uno muy grande. Tengo un secreto que nunca te diré, para que luego no digas, por mí: no he querido saber, pero he sabido ...
Mañana pensaré: no dije aquello sobre esta novela, pero mejor callar ya.
Hay una cosa, sí, aprovechando que es noche de difuntos, y a propósito de Corazón tan blanco, que también tiene sus difuntos, o mejor sus difuntas, sus muertas suicidadas o no. Es importante el tema de las muertas en Marías. Y yo sé de dos canciones, de las más bellas que oí sobre las muertas, aquí te las pongo, en mi blog de la belleza. Todo muy Poe y muy morboso.(link)
Y por hoy, que reanudo desde esta región ocultamente furibunda -como dijo aquél, que es éste del que hoy hablamos- esta laboriosidad , labor de bloguero, ya basta.


Coda

Mis manos son de tu color; pero me avergüenzo de llevar un corazón tan blanco.
(William Shakespeare. Macbeth.)

... nunca mencionábamos nuestro pasado tan mínimo, mínimo en sí y frente al presente tan largo, yo también era joven, aquello ocurrió y a la vez no ha ocurrido, al igual que todo, por qué hacer ni no hacer, por qué decir sí o no, por qué fatigarse con un quizá o un tal vez, por qué decir, por qué callar, por qué negarse, por qué saber nada si nada de lo que sucede sucede, porque nada sucede sin interrupción, nada perdura ni persevera ni se recuerda incesantemente, lo que se da es idéntico a lo que no se da, lo que descartamos o dejamos pasar idéntico a lo que tomamos y asimos, lo que experimentamos idéntico a lo que no probamos, volcamos toda nuestra inteligencia y nuestros sentidos y nuestro afán en la tarea de discernir lo que será nivelado, o ya lo está, y por eso estamos llenos de arrepentimientos y de ocasiones perdidas, de confirmaciones y reafirmaciones y ocasiones aprovechadas, cuando lo cierto es que nada se afirma y todo se va perdiendo. O acaso es que nunca hay nada.
(Javier Marías. Corazón tan blanco).

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