Ya sabemos a lo que se dedica Papa Noel cuando no es Navidad: a escribir novelones decimonónicos. Víctor Hugo, oceánico |
Me llamo Víctor Hugo y soy un genio.
La verdad: en este oficio de lector que tanto tiempo come uno no gana para sobresaltos.
Salgo de la vanguardia y me meto en la retaguardia.
Salimos, exhaustos, del modernismo de Joyce, y nos metemos, para cansarnos más aún en el romanticismo de Hugo.
Y porque los ojos son más del cuerpo que del espíritu, que se lo digan a Borges, que quedó con la paradoja de la maravilla de la biblioteca y la desolación de la ceguera. Si no, uno se pasaba el día leyendo. Después de horas y horas los ojos se cansan, no sé qué borrachera da la tinta impresa, que termino viendo doble.
Añado a esta fatiga mi despacioso leer de disléxico disperso. Y perverso: porque uno lee buscando ninfas en el texto, como un sol negro y ansioso.
Pero es que este señor, Víctor Hugo, es un genio, y una mala persona el buen hombre, que ejerce de gato maula con el mísero lector. Va la trama directa a solucionarse y de pronto se te inventa en la geta otra trampa. Vale: folletín decimonónico. Esto es atrapar al lector.
Las cosas que les hace a sus personajes ni el mismísimo Marqués (de Sade) a su infausta Justine. Sadomaso al lector.
Son, tan distintos y distantes, Joyce y él, que siendo cierto que los extremos se tocan, son literatos de la misma ralea.
Lo dice Alain Verjat en la introducción, en la edición de bolsillo -je, je, bolsillo ...- de Austral:
La novela parece lineal, -porque la leemos a menudo con ojos de telespectador-; en realidad, su forma misma reproduce el poliformismo temporal y espacial, y anuncia la novela policéntrica de Joyce -con todos los meandros del monólogo de Molly- o de CI Simon.Si lo sé me leo un Dan Brawn, que también engancha mazo.
Y eso que está aún la vista del juicio contra Joyce, pero Manicomio está alborotado con todos los locos leyendo como posesos. Mientras, el Marqués -de la Pollalzada- lee La tentación de lo imposible, de don Mario Vargas Llosa, ensayo que el peruano nobelado hizo sobre el Tío Retaguardias: Víctor Hugo.
Según parece, el tío Retaguardias -son chismorreos del marqués- sentía predilección por las sirvientas, y las pagaba tanto si le enseñaban los pechos, subía la cifra si se desnudaban por completo, no quiero mirar la cifra si se dejaban manosear, y ya paramos de contar si consumaba. Yo hice un personaje igual, algunos amigos lo saben: Don Gregorio, y desde entonces los amigos que me leyeron me miran extrañados, como si fuese una suerte de pornógrafo literario. Eso es que no han leído las detalladas descripciones sexuales de Houellebecq.
Pero relatemos la odisea del lector:
Mis padres tenían una vieja edición amarilla de Los Miserables. Quedando yo, para estos meses, en leer Los Miserables con mi amiga la navarrica para disfrutar una vez más del maravilloso musical que gocé en su anterior puesta en escena, en los noventa, me encuentro que ha desaparecido. Se la comió el gato, o se la leyeron los espíritus domésticos, papel y paste incluidos.
Entonces voy a la biblioteca cercana a casa: no están Los Miserables, miro en el catálogo y tampoco. ¿Es eso una biblioteca municipal? Vamos, anda.
Voy a la de Antonio Mingote, un buen paseo, no está disponible hasta primeros de Febrero.
Vuelvo entonces, y están los dos tomos, ¡oh, Fortuna! Me siento dichoso. La bibliotecaria -debe ser vocacional- mira parsimoniosamente los libros, los hojea, los acaricia, y con voz argentina me dice: es una buena lectura.
Novecientas páginas de lectura. Que me creía yo eso.
Comienzo la lectura el Martes, y me pica la curiosidad y busco en la red información. Descubro:
-que la edición en mis manos está incompleta, que falta la quinta parte, que son casi milquinientas páginas.
-que on line, uno se puede descargar Los Miserables en pdf, y que son trescientas páginas, que han borrado algunas decenas de capítulos.
De verdad, el alma a los pies, como para comprarse un e-book y descargarte libros, ¿cómo es posible reducir un libro de milquinientas a trescientas? Del libro, como del cerdo, se come todo, hasta el copiright.
Miro información en la red: Fnac, Casa del Libro, Corte Inglés. Hay ediciones baratas, pero en el Corte no, y quería darle uso yo a un cheque de compra que me gané liando cigarrillos.
La tarde del Miércoles, atardeciendo, me digo: qué sinvivir, me lo compro donde sea. Resulta que en el Corte, donde busqué primero, lo tenían, baratísima la obra magna en Austral, quince lebros de ná. Más baratos que dos cubalibres en uno de estos sitios modernos, que ni te dejan fumar y encima te llenan la cabeza de estiércoles musicales, tan fértiles para la estupidez. Me lo buscó una cajera bien guapa, atentamente fria. Le digo, después de buscar y no encontrar: ¿alguna edición de bolsillo de Los Miserables? Creo que en Debolsillo y en Austral hay alguna. Ella mira en el catálogo de Austral, dice: en el catálogo -que ya miré yo antes- no está. Pero se lanza hacia los estantes y dice: por aquí creo que hay. Y como Diana, certera y ninfa, alcanza la joya y me la ofrece. Marcha. Me quedo incrédulo, con la gruesa y modesta edición en mis manos. Hojeo, toco, miro: está completa, y encima con pequeña introducción y notas a pie de página.
De vuelta a casa, hay atasco en el Paseo de Extremadura. Han cerrado el híper y la frutería. Y yo que quería comprar naranjas ...
Todas estas cosas las cuento porque ahora toca la exhaustividad, las disquisición. Ahora estoy con el Tío Retaguardias.
Y pasemos a comparar Ulises y Los Miserables, tan parecidos entre sí, siendo tan distintos.
-Las dos obras son gordas, y yo estoy gilipollas por no dedicarme exclusivamente a la lectura de novelas que tengan menos de quinientas páginas. Es que no aprendo.
-Las dos tienen un afan universalista. El afán, que decía un personaje de Luís Landero en Juegos de la Edad Tardía: ¡el afán!
-Las dos quieren abarcarlo todo. ¡Todo! Y cuando decimos todo es que es todo. Hugo, por ejemplo, mete a Waterloo, Napoleón incluido, que ya tenía cabeza, ya, eso no cabe en una biblioteca. Joyce mete a sus personajes tocándose la sardinilla y sentados en el trono leyendo el periódico.
Ahí está la diferencia, en los temas escogidos, en la manera de tratar el tema, la diferencia está en todo, he dicho que todo, ¡todo!
-Con los dos uno piensa: ¿qué pretendes, tío? ¿A qué juegas, gato maula, crees que soy un ratón?
-Ambas obras enganchan: sí, el Ulises también, y eso que es el antifolletín, y es como leer un código civil en latín sin saber lenguas muertas.
-Joyce es obscuro como el interior de la caverna de Platón, Hugo es claro e idealista como la luz que va iluminando las formas sesgadas que podemos ver de esa caverna.
-Hugo es terriblemente maniqueo y psicológico: hay buenos y hay malos. Joyce es horriblemente humano y psicológico: el bien y el mal está dentro de nosotros, no somos planos. Para Hugo, los malos no lo son porque sean malos: la sociedad les ha hecho así, y siempre hay una posibilidad de redención. Ya hemos dicho que es idealista, tiene Fe, Esperanza, Caridad. Joyce también es una afirmación de la vida, para que luego digan que las buenas novelas siempre acaban mal, los que acaban mal son los que leen a esta gente, en vez de dedicarse a lo que lee la gente normal: Dan Brawn, Falcones, el As y el Marca.
-Podríamos decir que Hugo va de filósofo: Rousseau y el ser humano nacido bueno al que la sociedad malea. Joyce va de músico: Shomberg y el Fary pasando por un buen scat.
-Joyce era acuario, que es un signo que mira al futuro alegremente, o mejor dicho: lo crea. Se supone que estamos entrando en la era acuario, por eso nadie entiende nada, todos estamos vanguardizados por el Tío Vanguardias. Hugo era piscis, como yo, y con Los Miserables escribe un buen canto de cisne de la era piscis. Los piscis somos muy dados al romanticismo exacerbado, al idealismo, al platonismo, a lo oceánico. Y como discriminamos poco, metemos todo el océano en novela. Los peces no dejan de dar vueltas, y Hugo marea que no veas, te está contando la historia de la infausta Fantina y de pronto te saca al desalmado Javert con sus pesquisas, y para colmo de nervios tiene capítulos y capitulos llenos de disquisiciones. Para hacer una metáfora te ocupa un par de páginas, o más. Céntrate, Hugo, por favor, deja la dispersión y céntrate. Lo mismo me dicen a mí.
-La direrencia es que Joyce relata un día en mil páginas y Hugo treinta años en milquinientas. Lo que hace Joyce es coger una gota de agua y meterla bajo el microscopio. Hugo narra el mar.
-Al igual que Ulises, pese a mi amor -proscrito- no lo recomendaría -no quiero que me culpéis de las consecuencias-, Los Miserables, por estas doscientas páginas que llevo leídas, me parece muy recomendable para lectores de diversa índole, pero paciencia, que cuando le da por exaltarse dan ganas de resucitarle para pedirle explicaciones, por las buenas o por las malas.
Ya continuaremos relatando esta odisea, disquisiciones incluidas.
-Vamos a ver, caballerete, ¿pero usted no iba a reseñar La locura que viene de las ninfas, de Calasso?
-A su tiempo, madame, Manicomio es folletinesco y dejará a la lectora con las ganas hasta el siguiente capítulo. Somos hijos bastardos de distintos padres: Joyce y Hugo. Y en estas semanas homenajearemos a Hugo mareando al personal.
Por último decir: hacía años, muchos años, que no me conmovía y estremecía tanto con una lectura, casi hasta llegar a la lágrima.
Nota a pie de página
La expresión como juega el gato maula con el mísero lector viene del tango Mano a mano:
como juega el gato maulaque es lo que hace Hugo con sus personajes, y con sus lectores, personajes también suyos.
con el mísero ratón
4 comentarios:
Entonces, ¿Usted está compaginando dos lecturas? A cual más protéica, claro.
Curiosamente, la palabra de verificación es CARLEN... qué cosas...
Yo de Victor Hugo, leí Nuestra Señora de París.
Tomaré nota de los Miserables, pero primeramente constataré que mi edición tiene 1400 páginas, que creo que no las tiene, porque son dos tomos y cada uno debería tener 700 páginas.
Y además, el tomo II, creo que lo he perdido. Porque que yo recuerde, tengo una obra de la cual he perdido un volumen, y creo recordar que no es Anna Karerina.
El libro de Vargas-Llosa no lo he comenzado aún, lo he hojeado, y así me he enterado de la vida tan completa que tuvo Hugo: no sólo escribió tantísimo, si no que vivió mucho. Sacó provecho.
O sea: un titán.
No me gusta lo que hacen con los libros, esas reduciones, comprendo que para los niños se hagan ediciones reducidas, pero que no vendan una edición incompleta, o que avisen por lo menos.
¿Y qué tal, Ntra. Sra. de París?
De este libro sacó el cine El Jorobado de Notredame, ¿me confundo?
Saludos desde Zaragoza.
Saludos para usted también, desde Aluche, Madrid. Y gracias.
Veo que ha llegado aquí a través de Cirlot: un puente lleno de bruma y magia, mitológico.
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