miércoles, 2 de febrero de 2011

Ulises, de James Joyce (III) Juicio. Segunda sesión. Abogado.




Jugando a ser pez,
me he convertido
en un extraño ser
Miro las estrellas
y las muevo a mi merced
Escucho los murmullos
y los veo a la vez

Dramatis Personae
Juez Calipigia

Aphrodite Kallipygos: diosa adorada en Sicilia y en Manicomio -¡menuda mafia!-, juez y emperatriz.
Príncipe de ArroyoLuche: atolondrado fiscal, zascandil enamorado.
Pasolosdiasvolviendomeloco: apologeta, con más geta que Apolo, bufón.
James Joyce: Acusado, tío, piedra y vanguardia, espejo donde han de deformarse las próximas generaciones de aprendices de plumillas.
Marqués de la Pollalzada: su erecta majestad, viejo verde, erudito. Testigo.

(Ayer soñé que escribía este post e iba desgranando las virtudes de la obra como quien acuchilla una granada.
Me presento, me llamo David y tengo diecinueve años, -¿cómo te se queda el cuerpo?- Soy príncipe, voy a la reconquista del reino que me fue arrebatado, al trote, al galope de una yegua gallarda, voy guiado por un loco, mi escudero.
En el capítulo segundo de la tercera parte de la obra magna de Joyce -Ulises- leemos la fascinación que Bloom siente por el firmamento, por eso escogemos como BSO a Meteosat. Y luego seguiremos con Batiato.
La verdad es que no nos apetece mucho crear una apología para el Ulises, nos lo pasamos mejor irreverentemente. Como aquel que dice que el hombre destruye aquello que ama, y visto está que los amores queridos son los más reñidos, al igual que James, enamorado del lenguaje, lo destruyó vandálicamente, nosotros quisiéramos hacer otro tanto con esta obra tostón de biblioteca ...)

precisamente porque era un pequeño canario el que salíade su casita para dar la hora es por lo que Gertry MacDowell se dio cuenta aquella vez que estuvo allí porque ella era muy rápida en algo así, y tanto que lo era Gertry MacDowell,  se dio cuenta enseguida de que aquel señor extraño que estaba sentado en las rocas mirando era un
Cuco
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James Joyce, Ulises, Capítlo 13: Nausica






Háblame de la existencia de mundos lejanísimos,
de culturas sepultas, de continentes perdidos.
Háblame del amor que se hace entre las gentes,
de pasajeros anómalos en místicos territorios.
Y hay más.
Se busca por instinto, las pistas de cometas,
como vanguardias de un nuevo sistema solar.
No Time No Space
another Race of Vibrations
the Sea of the Simulation
keep your feelings in memories
I love you especially tonight.

Emperatriz: (mazazo, ¡pum!): basta, Príncipe, llegó la hora de la abogacía, le doy el don de la palabra a Pasolosdíasvolviéndomeloco.
Pasolosdías: (iluminado como por un halo de santo varón) me presento: me llamo David y tengo diecinueve años, ¿cómo te se queda el cuerpo?
Juez: (basilisco) testigos.
Pasolosdías: (sobrado) no me hacen falta, no son necesarios, tantos ríos de tinta han corrido de manos de prohombres. Me basto y me sobro con mi discernimiento. Señoría.
Καλλίπυγος : (mirando al cielo raso) lo que tiene que aguantar una diosa entre cien locos, verborreas aparte, comienza tu defensa o calla.
Príncipe: (bostezando) mejor que calle para siempre, para verborrea las mil páginas de paja vendidas como ristras de genialidades, sólo puede defender el Ulises el lector elitista, el pedante o el perverso. Su defensa es una perversión del gusto, como así sucede con el arte abstracto, yo pinto un punto en un lienzo blanco y le pongo un título: tálamo mancillado, y todos los críticos dirán: oh, genio. Me explico: significantes vacíos a los que se les otorga un valor de significado lleno, una estafa.
Bufón: (burlona reverencia) veo que a nuestro príncipe y señor la contradicción le traiciona, ¿qué es si no un símbolo, si no el sencillo significante al que se le otorga el don de maravilla? ¿no es nuestro príncipe el adalid del símbolo?
Venus: (roncando): zzzzzzzzzzzzzzz (se abren los párpados, comienza la función dentro en sus ojitos bellos) qué pena que no dejárais este sanatorio mental de letraheridos y os dedicárais a escarbar cebollinos y a cuidar de vuestra exigua hacienda, caballeros sin caballo.
Abogado: (abogando) como la ira de la musa es tan terrible como el horror a la página en blanco, empezaré dándole la razón en parte al jefe, sólo en parte. La lectura del Ulises es defendible por cuatro tipos de lectores: como bien decís, Príncipe, están los pedantes
los pedantes, que o bien leyéndola no la han entendido pero vistiéndose del peor vestido que es el vestido de la arrogancia impostada la defienden sólo por presunción. Yo no soy de estos, mi estoica humildad me ha hecho alérgico a las flatulencias y pomposidades, prefiero pasar desapercibido...
los eruditos, los que conociendo bien el código usado por Joyce saben mejor que nadie defenderlo, son los iniciados, los conocedores, son arrogantes, sí, pero con conocimiento de causa, más que arrogantes pecan de soberbia, se creen mejor que los demás porque creen hablar un idioma superior. Estudiosos de la obra, fascinados por ella. Es como el que siendo católico, o comunista, se cree en la verdad. Ellos se creen en esa verdad del Ulises como obra magna, la mejor o de las mayores del siglo XX. Quisiera, pero no puedo ser de estos, demasiado limitado soy para abarcar una obra con tantas lecturas y referencias.
luego están los lectores activos, aquellos que defiende Enrique Vila-Matas en su Dublinesca, libro de lectura mandado por usted, seño, para esta sesión y la próxima. Gente que sin ser llevada por la presunción ni por el conocimiento que da el estudio de la obra, estiman la obra por el juego que da, por la implicación que propone. Al tratarse de una multinovela, se supone que es abierta, y ahí el lector activo campeará a sus anchas, en contínuo reto del autor al lector. He de reconocer que no me hallo en este tipo de lector, al menos en esta obra, explicaré luego lo que aprecio del libro, pero hay mucho que no comparto, por lo tanto no compito con Joyce, no entro en su juego.
El loco, luego está el lector loco, aquel que ama la obra visceralmente, con pasión y sin sin sentido. Este soy yo. Es como cuando dicen: ¿por qué le quieres tanto, si te da mala vida? Iré desgranando la granada rota del sueño del príncipe:
soy un ser aquejado de literaturitis crónica, enfermedad que tiene en sí su cura, ya que dentro del texto el loco se siente como pez en el agua y hasta es un ciudadano correcto que cede el asiento a las ancianitas y regala gentiles sonrisas a las damiselas, pero fuera del texto con su ficción y contexto, el loco se halla perdido y es entonces cuando empieza a ser peligroso para sí y para los demás, como pez fuera del agua, muere. Miren si no lo que dice en la coda de hoy Calasso. Y, Ulises, guste o no, es una obra muy literaria, con personajes literarios y ambientaciones literarias, todo aquello que se dice de su hiperrealismo me parece una falacia, creo que es un error de la crítica el tomar esta novela como fiel espejo de la realidad. Para eso hay que retroceder unos años y leer a Galdós, o a la Pardo Bazán, que además se lo montaban juntos, carne de prensa rosa de su tiempo, manjar de aroma calmante para los curiosones de hoy, como yo.
Con esto vamos al siguiente grano de la granada: esta novela es un juego, si no se toma así, si se lee como algo serio, eres un pedante, hijito, no hay broma mayor que esta, una broma muy, muy pesada, además. Joyce, en todo caso, es digno de admiración, el mejor de la clase, de su casta, sabe hacerlo más claro, más conciso, más bello, pero prefiere acercarse a los abismos de la literatura, aquellos en los que sí, la realidad asemeja a la ficción, a ese realismo atroz que nos intentan vender. Él sabe hacerlo así, y aún mejor, capítulos como Nausica, Ítaca, Penélope, son muestra de ello: delicadeza irónica, inteligencia y exhaustividad, genialidad. Si de algo es culpable es de aburrir con su broma, pero es que está experimentando con el propio lector, está analizando sus límites. Joyce resucita cuando se le lee, y juega contigo a sacarte las cosquillas, sabe que no aguantarás, pero si aguantas seguro que te ganas su respeto. ¡oh, tío, padrino, padre!
Lo que más me gusta de Ulises es el trabajo del autor: admirable. Saber que un humano ha sido capaz de levantar algo así es creer más y mejor: en realidad somos creados a semejanza de un dios, y si miramos a nuestro alrededor vemos que no todo es perfecto, que hay mucho para abominar la obra, tantas páginas que sobran, pero es que la vida es así. Supone la crítica que la obra de Joyce magnifica lo banal, de ahí la semejanza de la obra de Homero con la de Joyce, si Homero trata de los héroes y los dioses, Joyce levanta lo común a esta categoría, sin descontar sus miserias, nunca descontando sus miserias, agregándolas. Somos, al fin y al cabo, buenos, pero eso no quita para que estemos llenos de miserias.
Repito que entre los abogados puede caber un loco: la Justicia, al igual que Eros, tienen una venda los ojos, y nadie está más cegado por su obsesión que un loco. Muchas de mis obsesiones están en esta obra.
Pero volvamos al punto anterior: imagino a Joyce, durante años, creando este Dublín con estos ciudadanos, allá en Zurich, o Trieste, o París: ciudades donde tantos prohombres de letras crearon como en un obligado exilio de entreguerras. Fíjense que más que París, prefiero visitar Zurich o Trieste.
Juez: (ojos vendados) no te veo yo a tí muy viajero, y si no te veo y te imagino me entra la risa.
Pasolosdías: (amargo) que injusta sois con vuestro más enamorado súbdito.
(Se abren las puertas de la sala y aparece un sátiro de rizada pelambrera y flauta alzada pito tieso, a la caza de la ninfa juez que con venda no se entera del peligro, pero por el bullicio y exclamaciones y gritos se descubre los ojillos y mira)
Príncipe: (al respetable) así sucede cuando la justicia es ciega, que corre el peligro de ser violada.
Sátiro: (derrapando) me presento como testigo, soy el Marqués de la Pollalzada, me llamo David y tengo diecinueve años, ¿cómo te se queda el cuerpo, morena?
Ninfa: (alterada) ¿Quiere su erecta majestad dejar de jugar a las metamorfosis y volver a su estado habitual de viejo decrépito y senil?
Marqués: (humillado, volviendo a su estado de abuelete cebolleta, vestido con elegante pijama, batín victoriano y quevedos clarividentes) venía yo a salvarte,  Molly, mi esposa, de esta injusta condena. Olvídense de ulises y telémacos y hablemos de Molly Bloom, la gran creación del joven Jaimito Joyce.
Emperatriz: (jueza) usted no ha sido convocado a este juicio, haga el favor de volver a su celda acolchada, viejo loco y chocho.
Marqués: (suplicante) chocho loco, mi Molly ...
Príncipe: (explicando al repetable) nuestra erecta majestad, Marqués de la Pollalzada, es el bibliotecario de Manicomio, el loco más culto a la vez que más libidinoso, presume de ser milenario en edad y joven de corazón.
Marqués: (haciendo reverencias) así es, yo soy el que proporciona las lecturas a nuestro imberbe príncipe, ilustre mozalbete,.Yo localizo a la Ninfa entre las páginas de la biblioteca, se las paso al príncipe para que las lea y nuestro Pasolosdías se vuelve así más loco aún, entonces es cuando la maquinaria entra en funcionamiento. Así es como creamos, así es como creemos.
Pasolosdías: (admirativo) nosotros, de mayores, queremos ser como el marqués: eruditos y viejos verdes, milenarios y jóvenes de espíritu, sátiros y flautistas de Hamelín. Ella, Emperatriz, es la Ninfa escurridiza, corazón desnudo de la poesía, único juez posible para salvar a un libro.
Marqués: (sin aliento)  vengo a traer la prueba irrefutable para el juicio, la Ninfa está en el Ulises, si no fuera así no habría defensa posible. Miren el estrado del juez cómo se ha convertido en tálamo, miren cómo está tumbada boca abajo, en un revoltijo de sábanas, desnuda y voluptuosa:
Molly Bloom: (monologando el capítulo final) ah sí les conozco bien quién fue la primera persona en el universo antes de que hubiera nadie el que lo hizo todo ah ellos no saben y yo tampoco así pues podrían lo mismo tratar de impedir que el sol saliera mañana el sol brilla por ti me dijo el día que estábamos tumbados entre los rododendros en el promontorio de Howth con el traje de mezclilla gris y su sombrero de paja el día que conseguí que se me declarara sí primero le di un poco de la torta de semilla que tenía dentro de mi boca y era bisiesto como ahora sí hace dieciséis años Dios mío tras aquel largo beso yo casi perdí el aliento sí él decía que yo era una flor de la montaña sí eso somos flores todo el cuerpo de mujer sí esa fue la única verdad que dijo en su vida y el sol brilla hoy por ti sí por eso me gustó porque vi que comprendía o sentía como es una mujer y supe que yo podría hacer de él lo que quisiera y le di todo el placer que podía para llevarle a que me pidiera que dijese sí y yo primero no quería contestarle mirando sólo el mar y el cielo estaba pensando en tantas cosas.
Marqués: (citando el capítulo penúltimo: Ïtaca) En soledad, ¿qué sintió Bloom? El frío del espacio interestelar ...
Molly Bloom: (citando el capítulo último: Penélope) sí cuando puse la rosa en mis cabellos como las muchachas andaluzas la llevan y debí llevar una roja sí, y cómo él me besaba al pie de la pared morisca y me pareció bien lo mismo de él que de otro y después le pedí con los ojos para poder volverle a pedir sí y él luego me pidió si quería decir sí mi flor de montaña y primero le rodeé con mis brazos y lo atraje hacia mí para que pudiera sentir mis pechos todo perfume sí y su corazón latía como alocado y sí dije sí quiero Sí
(Humo, desaparece el tálamo, reaparece el estrado del juez con la juez haciendo una reverencia. Aplausos.)
Pasolosdíascitando:(absorto en ella, cita otro fragmento del capítulo penúltimo: Ítaca) ¿Qué tributos serían los suyos? El honor y los dones de los extraños, los amigos de Todos. Una ninfa inmortal, belleza, la novia de Nadie.
Príncipe: (al marqués) gracias por recuperármela, otra vez vos la habéis encontrado entre las páginas de un libro.
Juez: (aplaudiendo ella más por dar prisas y mandar silencio que por celebrar elogios) Pase el jurado a deliberar, ¡se cierra la sesión! Para entonces quiero terminadas las lecturas de Dublinesca y de La locura que viene de las ninfas.

Coda

Sócrates, raptado por las ninfas, había hablado a Fedro de cómo, a través del "justo delirar", se puede alcanzar la "liberación" de los males. Y de repente había dicho, con la rapidez de quien dispara la última flecha, que "la manía es más bella que la sophrosyne", que ese sabio control de sí, que esa intensidad media, protegida por las temibles puntas, que los griegos habían conquistado con inmenso esfuerzo y que luego, por un enorme malentendido histórico, sería identificada por muchos con la Grecia misma. Pero ¿por qué la manía es más bella? Sócrates agrega: "porque la manía nace del dios", mientras que la sophrosyne "nace entre los hombres"
Roberto Calasso. La locura que viene de las ninfas.

Mi locura ...


Hylas y las ninfas, de John William Waterhouse


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