lunes, 7 de febrero de 2011

Dublinesca, de Enrique Vila-Matas



Hoy tenemos el honor de que sea el mismo Vila-Matas el que nos presente su novela, citando, contando, comentando, paseando por Dublin.
-Es usted un vago, joven.
Claro es que podría ser yo, ya que manejo una bitácora como quien escribe un manicomio, el que lo hiciera, que para eso se leen los libros, para reseñarlos en blogs. Podría citar, como hago siempre, podría contar de qué va, como hago a veces, podría comentar pues de eso no falta, pues es gratis, y podría, también, patearme Dublin para hacer esta reseña, y ya de paso, para reseñar Ulises.
Ya voy a Dublin casi todas las semanas, al Bringas, sita Plaza mayor, travesía de San Miguel. Todos los pubs irlandeses tienen ese aroma a penumbra y ese sabor a madera, esas ganas de quedarse horas y horas, guiness tras guiness. Ahora, como en Irlanda, salimos a fumar a la puerta, y vemos pasear a las turistas por estos soportales plazamayorescos. Un pub irlandés es como un libro, estás en madrid y te metes en Dublín. Tan parecidos a mis sueños: el libro y el pub.

Tan parecidos a mí son los personajes de Vila-Matas, tanto que, desde que leo a este autor, a veces pienso que soy una creación suya. O es que quizá los escritores nacieron y escribieron para mí, por que si falto yo, lector y amante activo, ¿quién les leyera, y comentara? Los otros comenaristas de obras están para hacerme la competencia a mí:
-Leemos más y mejor que tú.
No sé, yo sólo sé que me involucro, que soy un apasionado, y hasta bostezo mucho, como un tigre, bostezo como el personaje Riba en casa de los Auster, no por aburrimiento, si no por oxigenar el entretenimiento. Soy el felino que lee, sonrisa que existió antes que el cuerpo, no soy un perro que lee lo que le echan y mastica y relame y mueve el rabo. El rabo lo muevo como los felinos, electrizado de pavor y de pánico ante la petite-morte de todos los días.
Esta novela trata de las pequeñas muertes imprescindibles para la regeneración: las avesfénix como esa vieja puta de la que habla el poema dublinesca, que no es más que la puta literatura, que ha muerto, pues con ella ha muerto toda una época, toda una galaxia: Gutenberg. Se muere un nosequé en Riba el editor que se jubila y hasta deja el alcohol, y se queda como nos quedamos todos cuando nos roban lo que ha sido nuestra vida. Mirando por la ventana, la que da la calle y la del ordenador, mirándose a sí mismo, continuamente: ombliguismo y quietud del que se busca excusas para no caer en la tentación.
Me parezco a estos personajes en eso, yo también miro por la ventana, fuera llueve, veo gentes que creo que vienen a por mí, todo lo relaciono con mis obsesiones, miro y llego a concluisones. Los paisajes de Enrique Vila-Matas: el paisaje exterior sobrio de un cuarto, blanquinegro de una calle lluviosa, o el paisaje interior. Hago míos sus paisajes. Creo que Enrique Vila-Matas describe muy bien esos estados anímicos de los melancólicos que luego no lo son tanto, porque siempre se les ve socializando.
Con esta novela rompo la tradición de sólo leer de un autor un libro al año, costumbre que sólo he roto a veces por Umbral.
Vila-Matas no es Umbral, ni viceversa. No se parecen en nada, y menos en el estilo. Barroco y lleno Umbral que en cada línea se acaba y se comienza, y así se basta; y despojado y obsesivo Vila-Matas buscando una melodía o el centro del mundo o el autor genial que lleva dentro. Tienen en común que los dos son Literatura, lo demás son chismes y taxonomías para saciar el hambre frívola que todos tenemos.
Me acabo de preparar un capuchino, como Riba, me siento un editor con gran catálogo: Auster, Amis, Bolaño; y busco al autor genial que soy yo mismo.

La extraña pareja
Desde hace años, veo a Vila-Matas en la parada de autobús, cuando regreso del trabajo. Según el día, o bajo del metro en Eugenia de Montijo y subo hasta Ocaña y luego continuo hasta Los Yébenes y le veo esperando en la parada, o voy en ese autobús ya que me dejan en en metro Aluche y allí cojo el 31. Hay un señor que va con gafas de sol que es igualito a Vila-Matas. Yo creo que me espía. Sube al autobús con camisa y en las manos una bolsa. Se hace el detective que me sigue y observa como si no lo fuera.
También, a la cocina donde trabajo, va un arquitecto a sacar fotografías porque van ha hacer reformas, y así llevan dos años. El arquitecto a veces entra con irónica sonrisa y manda hacer fotos, casi ni saluda, toma medidas, se parece a Andrés Trapiello.
Todos los escritores hablan de mí, haciendo la novela que yo soy cuando les leo. Llámenlo simbiosis. O les veo o se me aparecen en sueños -Cortázar proclamando la salvación a través de la literatura, Umbral como compañero de viaje-. Azorín en el metro, tan seco como él era. Un viejo con bastón y gorra y gafas, saltarín y jovial, el otro día que yo fumaba en la terraza, el mismísimo Joyce. Encuentros así los tengo tan a menudo que forman ya parte de mi agenda, antes de que sucedan.
Cómo no va a ser así, si un día preparé en papillotte y sazoné una merluza que se comió don Camilo, quizá la última.
Normal que sucedan esas cosas, que esos paisajes sean los míos, si es que en verdad soy Kafka reencarnado. No podría ser de otra manera.
Mañana o pasado escribiré sobre Calasso, que tiene mucho que decir en torno a estas posesiones y estados alucinados: una maravilla de libro, estás perdiendo el tiempo si a mí me estás leyendo y no lo lees a él.
Aunque os debo varios posts, sobre las rosas púrpuras del cairo, más cine en la filmoteca, el pecado según Julio Romero de Torres, cocidos y tartas de cerveza negra.
Para finalizar estas impresones sobre Dublinesca, diré lo que siempre digo de las novelas de Enrique Vila-Matas.
-Que es gran motivador: es el hombre que cita, hace suyo a otros autores, como aquí Joyce y Beckett, ese tal Vilém Vok, ¿no es él el que dice aquello de "ahora estoy madurando hacia la infancia"? Así sea. También aparece ahí aquella influencia de William Blake, Swedenborg. Esos cuadros de Hammershøi que son idóneos para ilustrar esa sobriedad misteriosa de la novela. Porque Dublinesca es una novela de misterio, y de fantasmas, fantasmas que conviven con los humanos y que hasta tocan al interfono. A mí me pasó el otro día, de madrugada, luego llamaron a la puerta, fui a abrir, nadie.
-Siempre digo que yo de mayor quiero ser como Vila-Matas, pero más libidinoso. Sin embargo en Dublinesca sí hay sexo y deseo. El editor se enamora en el Bloomsday de una chica joven, recuerda a Catherine Denueve, hay escenas matrimoniales con Celia. Celia es personaje imprescindible en la novela, forma parte del sueño de Riba, y de su realidad.
-Me llama la atención, siempre, en Vila-Matas, y es algo que me gusta de sus libros, el contraste de la sobriedad estilística con un intenso senitimiento. La lágrima, al igual que la risa, no está descartada en sus novelas.
Podríamos seguir, ¿seguimos? Seguiremos en la próxima novela de Vila-Matas... ¿El mal de montano? ¿Doctor pasavento? Hagan apuestas.
Siempre fui admirador de Edward Hopper, pero no conocía esta pintura que ilustra la resaca de Riba en la última parte de Dublinesca: Stairway.


Esta impresionante pintura de Hammershøi impresiona al hikikomori Riba, que en todas las partes ve fantasmas y correspondencias. La Literatura es así. British Museum.


Y para finalizar, una selección de cuadros de Hammershøi, del que me he hecho admirador con la lectura de Dublinesca, al igual que leyendo el Dietario Voluble me hice admirador de los Antonia Font. Así de sugerente es Enrique Vila-Matas.








Coda

4 comentarios:

Chufowski dijo...

El libro de Enrique Vila-Matis es un artefacto estupendo, un libro que deja huella, que entretiene, que desata la carcajada, la sonrisa, la lágrima también, que invita a reflexionar, con párrafos que apetece releer, paladearlos, con ese aluvión de citas, que dan pie para más anécdotas, con un personaje, un perdedor con el que es fácil congraciarse y una galería de personajes, desde sus padres hasta su mujer que no tienen desperdicio. Con Vila-Matas uno viaje sin moverse de la butaca, o de la mecedora, por unas horas levitamos, nos mecemos en ese limbo donde las bombas no estallan, donde nadie pasa hambre, ese limbo que la literatura de calidad cimenta como un anarquista arquitecto.
El libro una delicia, su crítica muy proteica, teniendo en cuante lo que da de sí un post.

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

Ante todo gracias por su visita y por su comentario.
En libros como Dublinesca, al igual que en cualquier otro buen libro, uno siempre se queda corto al escribir un post, pero el tiempo es limitado, y no quiero decir lo limitado que me siento yo para ciertas empresas, como reseñas más serias. Los padres de Samuel Riba, al igual que Celia y más adelante sus amigos, están tan bien descritos mediante diálogos, gestos, someras descripciones, que parecen conocidos.
En lo tocante a lo proteico de mi crítica: albergo multitudes, como diría el grande y multitudinario Walt Whitman. Yo soy Cien Locos.
Manicomio.
Gracias.

Hilvanes dijo...

Leer a Vila-Matas, a veces más ejercicio de ensayo que de entretenimiento literario, tal es el nombre de escritores, músicos, pintores, etc, que entre sus páginas aparecen.

Dublinesca, quizás sea un intento de leer el futuro de la literatura: Editores que tienen que reciclarse para evitar la ruina de los libros a través de las nuevas tecnologías. Nuevos diseños, nuevos contenidos, tratar al libro por un todo.

Como la editorial Atalanta. Por ejemplo.

Vila-Matas presume de haber leído el Ulises. Pero, ¿alguien lo ha constatado? Esto lo digo porque a veces se descubre a aquellos que presumen de determinadas lecturas y te hablan a través de críticas que han leído... sería interesante constatar este hecho... ya se sabe que Vila-Matas pone siempre en jaque al lector...

Ahí está Vilem

y la maleta roja...

y el interfono...

y el editor ...

y las teorías...

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

Al igual que supongo que muchos presumirán de leerse el Ulises para darse el pego, creo que don Enrique sí se lo habrá leído, es además un apasionado, ¡no va a dedicarle tanto a algo que no conoce!
Pues curiosamente, casualidades de estas literarias, en el libro de Calasso, La locura que viene de las ninfas, hay un ensayo que es un canto de amor a la edición, no podía evitar el acordarme de Riba.
Sin embargo, creo que el mundo gutenberg podrá cambiar y evolucionar, pero no desaparecer. Somos suficientes, los amantes fetichistas del libro como objeto, para que pase algo así.
No es como los soportes musicales que han ido desapareciendo porque otros más perfectos tomaban el relevo.
En mi humilde opinión, los libros electrónicos son unos buenos complementos, pero no son más perfectos.