Estos haikus los escribí hace unos tres años tras una relectura de El Escolar, de Blake:
Inocencia
¡Infanticida!
No asesines tu niño
¡Deja que crezca!
Un niño tienes
dentro. Si lo abandonas
perdido estás.
No tengo nada
perdida la inocencia.
¿Y qué hay, ahora?
El escolar
Adoro levantarme en una mañana de veranoWilliam Blake. Cantos de Inocencia
cuando los pájaros cantan en todos los árboles;
el cazador distante sopla su cuerno,
y la alondra canta conmigo.
¡Oh, qué dulce compañía!
Pero ir a la escuela en una mañana de verano,
¡Oh, desbarata toda la alegría!
Bajo un cruel ojo anticuado,
los pequeñitos pasan el día
entre suspiros y congoja.
¡Ah! Entonces a veces me siento y desisto,
y paso muchas horas de ansiedad:
sin obtener satisfacción del libro
ni sentado en la sala de clase,
agotado por la pesada andanada.
¿Cómo podría un pájaro nacido para disfrutar
sentarse en una jaula y cantar?
¿Qué le queda a un niño aburrido y con miedo
salvo plegar sus alas tiernas
y olvidar su dichosa primavera?
¡Oh, padre y madre! Si se cortan los pimpollos
y se quitan los capullos,
y si a las tiernas plantas se arrebata
el júbilo del florecimiento,
mediante la pena y la ausencia de cuidado...
¿Cómo despertará jubiloso el verano,
o cómo brotarán los frutos estivales?
¿Cómo cosecharemos lo que el dolor destruye,
o bendeciremos la maduración del año
cuando irrumpan los resoplidos del invierno?
Es este el poema de William Blake que junto a sus grabados y pinturas me hizo darme cuenta de algo. Como un reencuentro.
Es, además, uno de mis poemas preferidos de cualquier tiempo y lugar.
Tan distinto a mí, tan extremista y extraño, de fácil comprensión y difícil asimilación, Blake es muy distinto a mí, tan parecidos.
Si acaso en el desprecio de cierto tipo de mediocridad, si acaso un singular escapismo de lo regular.
No, no comparto quizá un extremismo de loco, pues al igual que él, loco, tengo mis propios extremos.
Esa estética suya me fascina, no quizá su ética, aunque todo es encontrarse o reencontrarse, en esta vida.
Preferible, dice, es asesinar a un niño en su cuna antes que albergar sueños insatisfechos. Pero solemos confundir retales de la obra con el vestido de su creador, y eso no es así, esos proverbios del infierno los dice un diablo, no el propio Blake, el visionario, el que ve, que se llama a sí mismo El Justo.
Sin duda en esa corriente de ensueños que corre paralela a los frutos artísticos realizados, los sueños se deslizan y todos los que tienen este tipo de inquietudes los sueñan. Ensoñando sueños ya soñados, que otros ya soñaron. La vida es sueño y el sueño forma parte de la vida, tanto como el sueño consumado. Potencia y acto. Lo que sucede ya sucedió dentro antes.
Críptica, la parrafada, ¿eh?
Llevo minutos intentando encontrar un palabro que no me sale, miro los diccionarios de sinónimos on line y de poco me sirven.
En la punta de la lengua.
Sucede también en la lectura de los poetas, la mayoría de ellos obscuros, crean cierto desasosiego en el lector.
Uno se inclina más a los claros, a esos que con palabras claras son complejos. Blake es de estos. Yo huyo de esos que no dicen nada usando palabras confuas y ...
Encontré la palabra, me ha venido de pronto, sin buscarla: hermético.
Y aquí sigo, divagando por divagar.
Los reencuentros y encuentros más felices son los que no se buscan apenas, uno deja de pensarlo y aparece de pronto.
Podría haberme ahorrado frases, pero escritura es juego, creación es búsqueda, y cuando uno se halla metido de lleno en el río dejándose llevar, ¡zas!, saxofonista de jazz, aparece la melodía perfecta.
Dejemos la divagación por unos instantes y sigamos con el hermético -tan claro él y certero como dardo en la diana-, William Blake.
Lo primero que tuve entre mis manos de su obra fue un libro tomado de la biblioteca municipal, una antología bilingüe, ¿o eran dos tomos?
Las clases acababan de terminar, comenzaban las vacaciones. Como todos los veranos yo iba al pueblo, y me cargaba una mochila con libros públicos y libros privados -propios- para esos meses, o ese mes.
Sentado con los amigos, fumando en unos bancos de la calle Camarena, yo disfrutaba ya con el simple tacto del libro.
Ahora recuerdo que me pasó algo similar con el poeta John Donne, antes de comprar algo suyo tomé prestada de la biblioteca una antología bilingüe.
Yo, que pese a todos estos años de estudio no tengo pueñetera idea de inglés, al igual que de francés, sentía predilección por las antologías bilingües, y leía algunos poemas de las dos maneras. Recuerdo este poema de Donne:
That thou lov'st me, as thou say'st,
If in thine my life thou waste,
That art the best of me.
Así comprobé que, al igual que hay una poesía que unos antepasados escribieron en castellano antíguo, pues eran antepasados; hay también un inglés antíguo. En vez de decir you decían thou.
¡Oh, tú eres lo mejor de mí!
La originalidad de Blake reside ante todo en sus pinturas, dibujos, grabados, llámalo lienzo o papel o como sea.
Tiempo después compré un calendario, desde entonces siempre compro calendarios, regalados o por mí comprados -llegué a tener uno guarrete de la interviú con la chica interviú del año: era rubia y a veces salía en las fotos con una de raza negra-. En los últimos años me ha dado por los calendarios de la revista Fotogramas, es así como uno tiene sueños de cine, ahora en Noviembre Katharine Hepburn ofrece fuego a James Stewart en Historias de Filadelfia.
(Como se entere la ministra de sanidad se me mete en casa y me arranca el calendario y me denuncia por nicotínico y perverso. Más me valdría el calendario de la interviú con la africana y la española: alianza de civilizaciones)
Siempre me deshago de los calendarios al terminar el año, pero ese de Blake lo conservé, y algún curso en la facultad hice collage con él. Decoré mi carpeta con las cosas de Blake.
Siempre me gustó, en Septiembre, decorar las carpetas como quien decora su mente -y su alma-, para el nuevo curso.
Cuando estudiaba Hostelería, rama Cocina, tenía a la Sharon Stone -celebrada por entonces por nuestros instintos básicos- y a los Beatles en un collage entre cinéfilo y musical. Algún compi de clase, sentados algunos frente al lago de la Casa de Campo en horas de pellas, decía: está buena, pero yo prefiero a la Maribel Verdú, que con sólo mirarte te devora.
Yo era más de Sharon Stone. Hoy prefiero a la Verdú.
Estos compis míos ocupaban las pellas en tirar piedras a los patos del lago. Yo pronto me fui yendo solo -sin tilde- a mis añoradas pellas de cine en los Renoir y los Alphaville.
Coda
Impagables imágenes en una gran canción evocadora:
Ahora tú qué pensarás,
si cuanto más me oprimían
más amé la libertad.
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