jueves, 12 de marzo de 2009

Savater travestido

De los treintaiún disfraces con que Fernando Savater se monta su personal carnaval literario, sin duda alguna prefiero el de Fernando Savater.

Antes que nada he de aclarar, y es una opinión discutible -como todas las mías-, que Savater no se convierte en aquellos personajes a los que admira, si no que sin dejar de ser él mismo, en ellos se disfraza.
Criaturas del aire es un libro de pensamientos que son como juegos filosóficos. Savater ama la literatura, y creo que la usa aquí como lo que es, un filósofo.
¿O quizá no es un filósofo y es un ideólogo? Aquella profesora de sociología bajita, gorda, y con un sospechoso parecido a Madame Blavatsky de la que anduve locamente enamorado...
(¡oh, sí, un amor intelectual, por fin era posible, ajeno a lo físico y la feromona! Ella era lesbiana, y contaba con gracia peculiar hechos de su vida que nos dejaban a todos ensimismados. La amé porque nos obligaba a leer para aprobar, porque nos aconsejaba elegir, pensar, baremar, ella, que tenía un retrato de Carlos Marx en su despacho. Fumaba, además, en pipa. Cuando recitaba sus apuntes de la manera más amena que jamás conocí, me miraba a mí como intentando ver algo tras de mi frente. Ella fue la primera persona que me felicitó por un examen, aquel de Sociología de la Cultura de Masas, fue antes del inicio de ese otro examen de Tª Social, y yo tan tímido y tan desconfiado de mí mismo, tan inseguro como hoy -¿es que nunca cambiaré?-, me dije, no es posible, la voy a decepcionar con este examen, pero los amantes somos así, y saqué el mismo sobre, de los pocos de mi currículum tan llenito de suspensos, ¡oh, sí, un amor a una mente clara y prodigiosa, como aquella! Sus clases fueron para mí sagradas, no me salté ni una, yo, que fui el rey de las peyas, que soy el rey de la dispersión y de la inconstancia, por un trimestre me concentré en ser mendigo esforzado de sabiduría y fui satisfecho por tamaña señora, poseedora de una talla intelectual inalcanzable)
... nos aclaró la diferencia, creo la cosa radicaba en el sistema, que Savater es un hombre de ideas y no de sistema filosófico, no sé, ya no recuerdo.
Da igual, sea lo uno o lo otro, pero yo creo que Savater es un buen maestro sobre todo para enseñar a vivir, dado su amor por la vida, como demuestra en el capítulo treintaiuno, que es el mejor. Quizá tambien porque comparto su opinión de que...

...todos somos verdaderos príncipes y no hay nadie tan abyecto que se sienta realmente indigno de la corona.


Luego hay de todo, hasta herméticas retóricas inalcanzables para cabecitas como la mía, tan trastornada y atrofiada y limitada por tantas horas perdidas frente al televisor y el espejo metafísico. Llámese ombliguismo.
Me gusta cuando se mete en la piel de Phileas Fogg y su defensa de lo cercano: la vida está aquí, no hay que irse fuera para comprobarlo. Es su gusto por la paradoja, el viajero abogando por la vida sedentaria.
O en la de Peter Pan:
Por favor, Wendy, desde hace rato no te hablo de otra cosa: tú eres el cocodrilo que sigue mi rastro por los caribes de Nunca Jamás, tú eres el cronómetro que envenena la eternidad inverosímil de la que me reclamo, tú eres la aliada de lo que va a desterrarme a la madurez... ¡mi dulce, anhelosa y anhelada, mi fugaz Wendy!


De Savater sólo he leído una obra más, Ética para Amador, un libro que vale por toda esa pseudoliteratura de autoayuda creadora de limbos, hablo como lector en una época lejana de esos cursos de milagros. ¡Cuánto tiempo he perdido en esas vanas lecturas! Hasta Dan Brawn reconforta más como farsa. Hay pocos libros de autoayuda que no te dejen gilipollas, que enseñen a vivir: el Eclesiastés, el Tao Te King, pocos más, que todo es vanidad y atrapar vientos, rodar y rodar, etcétera.
Ese libro de Savater lo defendí en un trabajo de la asignatura de Psicología, uno que hice sobre el libro El Optimismo Inteligente, de María Dolores Avia y Carmelo Vázquez. El profesor de esta asignatura era opuesto a aquella deidad: un mocetón bien parecido que se limitaba a poner transparencias y a recitar escuelas de psicología y psicólogos de manera impersonal, como un lorito con culo de pollo bien amaestrado.
No me enteré de nada, y si aprobé seguro que fue por la pasión que puse en el trabajo sobre El Optimismo Inteligente, al que emparenté con la Ética para Amador por su transfondo de prudencia y confianza ante la vida, difícil fórmula.
En la Ética para Amador, Savater relataba un sueño de su hijo, en el que éste se hallaba en una tormenta, o un naufragio, no recuerdo, y se oía la voz del padre gritándole: ¡ten confianza!
Es decir, mejor ver la botella medio llena, ¡pero por favor, que el vino sea bueno, por favor! Calimotxos postmodernos... ¡que ya somos mayorcitos!

He aquí, pues, el bien que yo he visto: que lo bueno es comer y beber, y gozar uno del bien de todo su trabajo con que se fatiga debajo del sol, todos los días de su vida que Dios le ha dado; porque esta es su parte.
Eclesiastés, 5:18

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