Fui al cine para ver si ellas me enseñaban algo, y ellas me lo enseñaron todo.
Juliette Binoche
Esta muchacha ...
Eran aquellos los tiempos de greñas y ropa de segunda mano, cuando los gorros cousteau y el eterno Otoño de Seattle en Madrid. Camisas de cuadros y camisetas de Pearl Jeam. Yo: los Héroes del Silencio. Yo: chico grunge de Aluche. He aquí yo, en un Otoño de Seattle en Aluche, cuando Aluche era Seattle y se hablaba de la Generación X y de morirse rodeado de cajas de pizza vacías y de gatos.
Este era yo, justo antes de dejarme las greñas grunge, en un descampado que había frente a mi casa. La Mesetilla, lo llamaba yo. |
La chupa negra fue comprada en el rastro y me duró casi una década. Me había aficionado yo a sacar fotos en blanco y negro, con una vieja cámara que tenía mi padre |
Julie Delpy |
Irene Jacob |
Juliette Binoche |
Ellas, de Malgorzata Szumowska
Joanna Kulig, que da vida a Alicja |
Annais Demoustier, que da vida a Charlotte |
Es distinto el caso de Charlotte, interpretado por Annaïs Demoustier -a la que declaro mi platónico amor, ella ha venido para tomar el relevo de tantas actrices de todos los tiempos, ¡oh, Annaïs, Annaïs! La frescura de tu risa y la inocencia de tus gestos!-. La entrevista aquí se celebra en un parque, y Anne presencia cómo ella recibe llamadas de clientes y concierta citas con ellos, como quien queda con un amigo, risueña y feliz. Charlotte es una estudiante que vive con sus padres, en una familia de clase media, sin muchos lujos. Ella mantiene esas citas con esos hombres porque está harta de esos trabajos en pizzerías y hamburgueserías tan mal pagados. Ella reconoce que quiere más dinero, y lo quiere fácil. Aquí vemos que la historia no se centra en una sóla experiencia con un hombre, si no con varios hombres. Está muy bien narrados sus escarceos, jugando al desconcierto: nos hace dudar si está con su novio o con un cliente. A los clientes les trata ni más ni menos con un cariño de novia cachonda, mientras que con su novio siente algo, quizá un cierto remordimiento. Sobre todo en Charlotte vemos la cruz de este negocio, no sólo por este remordimiento por su historia oculta, sino por un mal trago con un cliente que se comporta violentamente con ella. Dolorosas las imágenes en esta escena. Sin embargo sigue prostituyéndose, le cuenta a Anne que sucede como con el tabaco, una vez que se empieza es difícil dejarlo: ya no podría vivir con menos dinero, con menos lujo. Y a pesar de todo sigue contactando con clientes con un temple risueño, como quien se cita con el novio.
Hay una escena extraña, lírica, que llena al espectador de pesadumbre. Charlotte visita a un oficinista. Le muestra tan sólo su vientre, y el hombre hunde su cabeza en él y solloza con una pena de llantos atrasados, de deseos insatisfechos y sueños rotos.
Anne, después de estas entrevistas, se siente convulsa, no puede comprender cómo estas muchachas puedan denigrarse así, y sin embargo no puede evitar admirarlas. Y hasta envidiarlas.
Llega la cena y asistimos a la mejor escena de la cinta. Mientras su marido y los demás hablan de negocios, de sus cosas, ella ensimismada sueña. Sueña despierta que está rodeada por los clientes de las chicas que ha entrevistado, y cantan, cantan la misma canción que Alicja y su cliente cantaran desnudos.
Entonces abandona a todos los de la cena y sale a la noche.
Película que me ha gustado mucho, que más que una moraleja ofrece una pregunta ¿por qué no va a disponer alguien de su propio cuerpo como quiera?
Una reflexión
¿No vendo yo acaso mis manos por mil euros al mes como cocinero? ¿No ofrecí hace años mi cuerpo molido y vejado trabajando doce horas diarias por cinco mil pesetas de mierda? En este oficio hay que poner los cojones, me dijo alguien. Yo puse los cojones y me tomaron el culo y me hicieron mucho, mucho daño. Tanto daño que hay noches en que me revuelvo en la cama lleno de resentimiento y desconsuelo, pues casi pierdo la vida.
¿No vendemos todos, en nuestro oficio, nuestro cuerpo y nuestra propia vida? ¿No deseamos ser más, vivir más cómodamente y sin preocupaciones?
Cuando yo trabajaba en aquellos hangares, veía a chicas vestidas de azul, así eran sus batas, sus uniformes. Tenían dieciséis, diecisiete años, no habían tenido quizá oportunidad de continuar sus estudios. Ganaban, trabajando más de ocho horas, menos de seiscientos euros al mes. Es una manera de explotación muy decente y muy aceptada, muy legal, que no se enjuicia.
Un minero que se juega la vida, un albañil en el andamio, tantos oficios de riesgo, tanta miseria en la nómina.
Un actor vende su cuerpo, y su talento. Eso está bien.
Una modelo vende su cuerpo y sus pasitos en la pasarela. Eso está bien.
Todos nos prostituímos, dejasmos nuestro arte y nuestro cuerpo en el trabajo, cuando quisiéramos estar en otra parte.
Yo me prostituyo
tú te prostituyes
ella/él se prostituye
nosotros nos prostituímos
vosotros os prostituís
ellas/ellos se prostituyen.
El oficio de prostituta es más digno aún si cabe que el de gobernador de un lugar, pues quien gobierna beneficia a unos contribuyentes y maleficia a otros, mientras que quien vende placer y desahogo y amor lo da a todo aquel que pague.
El problema de la prostitución es no la puta ni el cliente, sino el proxeneta que se queda con la plusvalía del trabajador.
Y nosotros tenemos muchos chuloputas, proxenetas legales y elegidos libremente. Daoíz y Velarde, esos simpáticos leones de piedra que guardan simbólicamente la legalidad del poder democrático, son como los seguratas del más grande burdel que hay en España. Ellos, los diputados, son nuestros proxenetas. Nosotros, contribuyentes, sus putitas
Y luego me vendrás a mí, cabeza de alcornoque, pidiéndome el voto para fulano y para mengano, para zutano o para perengano. A mis chulos los elijo yo, tonto del culo, que te crees tú que perengano te va a sacar de pobre, chapero de mierda.
Coda
Esta reseña debió ser publicada la semana anterior, que fue cuando fui a ver Ellas, en los cines Golem.
Tras de mí, unos adorables abuelos, matrimonio seguro, comentaban la película.
Normalmente me disgusta que la gente hable en la sala, pero esta vez fue reconfortante, y hasta familiar, escuchar la conversación de estos dos seres:
-Anda, que como se enteren que nos hemos venido al cine a ver esta película, verás tú, verás -reía él.
-Calla, calla, sobre todo tu hermana, ay, como se entere tu hermana -reía ella.
Cominezan los títulos de la cabecera, y el hombre los va leyendo en voz alta.
En las abundantes y tórridas escenas de sexo, ella dice:
-Oye, pues la chica es guapa.
-Que sí, que sí.
Esta semana fui a ver Carmina o Revienta. No hago aquí la reseña pues ya la hice, para la revista Culturamas, de la que mi colega el poeta Rubén Romero es redactor jefe.
Estaba yo en el curro, en el turno de tarde, haciendo masa de croquetas de bonito, cuando recibo un sms. Miro, leo: "Ya que has visto la película de Paco León, ¿podrías tener la reseña para antes de la una de esta noche?" Le llamo: "coleguilla, salgo a las diez, lo intentaré, tenía algo pensado para mi blog pero te la hago a tí e intentaré ser más serio" Y él: "no, no seas más serio, meido folio en word" Le digo: "antes de las 12.30 te la mando, si te parece extensa la recortas tú"
Llego a casa, me tomo un zumo de manzana, me ´saco a la terraza mi tabaco de liar, y a fumar y a escribir. Folio y medio que me salió, y así tal cual, se la mandé. Habían dado las doce.
Terminé agotado, ya que a la mañana, antes de ir a trabajar, había pasado casi tres horas escribiendo la reseña para Aura, de Carlos fuentes, el post anterior.
Soy una putita muy eficaz, y lo hago gratis, lo hago por vicio. Aunque si me pagaran ya sería la relamida releche.
Que os guste:
http://www.culturamas.es/blog/2012/07/12/carmina-o-revienta-2012-de-paco-leon/
2 comentarios:
Por desgracia, todos putas en España. Pero como casi en todas partes ...
Aquí cada vez es más difícil comentar, debido al nivel de los artículos y a la cada vez más escasa capacidad intelectual de esta que suscribe ... ¿Qué tipo de progresión sumamos entre los dos, aritmética o geométrica?.
Esperando que todo bien, reciba un soplo de buenos deseos, como si yo fuera o fuese un Hada Madrina...
Usted para nada tiene escasa capacidad intelectual, sabe más que yo de economía y de política, y de leyes sin duda. Quizá es que mi estilo con el tiempo se está volviendo más enrevesado, y eso que intenté hacer un artículo la mar de superficial, como las olas.
Gracias por sus buenos deseos, pues sabe que los necesitamos, y como en un boomerang los recibo con agrado y se los mando por duplicado.
Aquí en Madrid el calor es insoportable, se necesita una buena tormenta de esas que
hagan crugir los cielos y la tierra, para renovarlo todo con un soplo de frescor.
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