miércoles, 11 de julio de 2012

Aura, de Carlos Fuentes


Carlos Fuentes, creador de Aura

La joven inclinará la cabeza y la anciana , al mismo tiempo que ella, remedará el gesto
-Es el señor Montero. Va a vivir con nosotras.
Te moverás unos pasos para que la luz de las veladoras no te ciegue La muchacha mantiene los ojos cerrados, las manos cruzadas sobre un muslo: no te mira. Abre los ojos poco a poco, como si temiera los fulgores de la recámara. Al fin, podrás ver esos ojos de mar que fluyen, se hacen espuma, vuelven a la calma verde, vuelven a inflamarse como una ola: tú los ves y te repites que no es cierto, que son unos hermosos ojos verdes idénticos a todos los hermosos ojos verdes que has conocido o podrás conocer. Sin embargo, no te engañas: esos ojos fluyen, se transforman, como si te ofrecieran un paisaje que sólo tú puedes adivinar y desear.
-Sí. Voy a vivir con ustedes.
 Aura. Carlos Fuentes.
Punto y aparte.
En tu página de lector hay un nuevo punto y aparte.
Ahora puedes hacerlo como tantas veces cuando una obra te fascina, homenajeando el texto con algo de su estilo o algo de su esencia. O una parodia. Puedes hacerlo así, sí, o hacerlo en condiciones -¡pero qué condiciones!-, ya que te encuentras ante una novela de una magnitud mayor, siendo pequeña. Ha excedido tus suposiciones, excede ahora también tu capacidad de sorpresa.
Puedes continuar así, usando la segunda persona, el "tú" que utiliza Fuentes en Aura. O no intentar emular estas páginas mayores, esta creación perfecta, esta obra redonda. Y fascinante. Punto y aparte.
Hace semanas, cuando falleció el autor mejicano Carlos Fuentes, hice lo que hago siempre cuando se va un autor: leer necrológicas, artículos, consideraciones finales a su obra y su persona, homenajes varios que recapitulan una vida dedicada a la Literatura.
Carlos Fuentes era para mí, sin haberlo leído, un autor mayor menor, es decir, que siendo grande e importante, no le llegaba a la altura artística de un García Márquez o un Cortázar o un Borges o un Vargas Llosa. Era grande porque lo estudiábamos en los manuales. No era tan grande porque no se le leía, no se le ensalzaba ni resaltaba, no había tanta opinión, y ni mucho menos buena opinión.
(Carlos Fuentes es al Boom lo que es hoy Gerardo Diego a la Generación del 27, un Mayor sin buena fama ni lectores. Consideraciones políticas aparte, por favor)
Según parece su talento fue decayendo con el paso de los años. Con el peso, la carga, esa traba que es tener que crear sin desmerecer lo ya creado.
Sólo sentía prejuicios.

Además, era un hijo de Faulkner, cosa que echa para atrás. Aunque todos los del Boom eran hijos de Faulkner, según parece, Fuentes era el hijo de papá.
Yo conocía a Faulkner por La muerte de Artemio Cruz y por La región más trasparente. Sin haberlo leído. El prelector siempre se guía por opiniones ajenas. Menos mal que el prelector si tiene intuición a veces le da uso, herramienta de lectura que pocas veces falla. Y la intuición no tiene por qué coincidir con la opinión.
La lectura no es una democracia en la que gobierna la mayoría lectora. La lectura es la anarquía o tiranía del lector, según los casos. Un acto que debería ser independiente y abierto, independiente porque la decisión la tiene el lector, abierto porque pese a esa independencia es necesario no perderse y escuchar y mirar las guías.
No me acerqué más a Fuentes por ese reparo ante las obras de la vanguardia y la experimentación. Otros Ulises por ahora no, por favor, más quebraderos de cabeza literarios por un tiempo no, yo me decía, tú te decías.
Tú te decías que la dieta ha de contener un banquete de tal magnitud una vez al año, o cada dos.
Ya has tenido tu Saga y Fuga de JB este año.
Pero alguien te dijo que El ruido y la furia era difícil y no fue así.
El prelector se sorprende en el camino de la lectura, todo lo que dicen los otros no siempre se adapta al lector nuevo. Cada camino, por muy transitado que haya sido, siempre es nuevo para el que se echa andar por vez primera.
El camino Carlos Fuentes, que se te presenta, te lo presentan, lleno de abrojos y trampas. Me lo presentan.
Aura entonces se me presentó como un fruto exótico. Cuando Fuentes murió, y leí los periódicos, algunos críticos alababan esta novela corta como una de sus mejores obras. Y esas alabanzas parecían ser sinceras. Me informé un poco sobre Aura, no pude llegar a conclusiones: su atractivo mayor quizá fuera en su corta longitud. Qué confundido estaba.
Más vanguardia por ahora no, me decía, más experimentos no, por ahora.
Sin embargo el Lunes me fui de bibliotecas como quien se va de señoras, para hacerme la ilusión de propiedad mientras dura el préstamo.
Lector, te tienes que dar cuenta, oh, alegría, que cuando vas a una biblioteca, todos esos libros, hijo mío, son tuyos. Con caducidad, sí, pero tú dime qué es perenne hoy, aquí.
Como en los burdeles, los cuerpos han sido manoseados por muchas manos, sus páginas han sido penetradas, gozadas, queridas y anheladas. Y a veces con asco y a veces con remordimiento.
Alguna vez, aquí, ya hice esta comparación.
Desde que perdí mi e-book voy más a la casa pública.
Y me llevé a T. S. Eliot (link), y me llevé a Fuentes, y alguno más. Ya os contaré.
Aura no lo encontré, pero sí el volumen I de El mal del tiempo, título con el que Fuentes ordena toda su obra Aquí sí estaba Aura.
De camino a casa me senté un rato en el parque, ribera del Arroyo Luche, y hojeé los libros. Leí también un folleto informativo sobre el año Dickens. Tengo aún a Dickens abierto de páginas esperándome en la cama. Es de mi propiedad, como una esposa -y yo soy suyo-, y sin embargo me voy a la casa pública.
Soy un lector sinvergüenza.
Hojeando el primer tomo de El mal del tiempo (Aura, Cumpleaños, Una familia lejana), en Alfaguara, me doy cuenta de que tiene unas páginas críticas de Juan Goytisolo. Casi me santíguo.
Juan Goytisolo, sabrá el lector, es azote. Es uno de los azotes mayores de nuestras letras, a mí me gusta leer sus entrevistas porque suele fustigar con una gracia bastante atractiva. Es junto a Julián Ríos, según las habladurías, uno de nuestros literatos más difíciles. Yo no me atrevo. Y uno de nuestros críticos más senabres.
De Goytisolo (Juan) comencé yo Señas de Identidad. Pero es peor que yo cambiando de registro. Tantas páginas en francés, y yo sin diccionario.
Pensé: si la comenta Goytisolo es que es más difícil de lo que yo pensaba.
Oh, mis prejuicios y yo.
Veo que no son muchas páginas, que Aura es novela cortísima. Haré un esfuerzo.
Comienzo la lectura sobre las seis, media hora.
Doy un paseo, me tomo un granizado de café en la ribera del Arroyo Luche. Tabaco de liar, le robo un malboro a mi cuñada, hace semanas que no me fumo un cigarro que no sea de liar.
Vuelvo a casa, leo una hora más en la terraza, hasta que anochece.

Trucha con jamón y ensalada de tomate.
Leo otra hora. Miro a mi alrededor, estoy rodeado de flores, los edificios de la calle Los Yébenes son altísimos. La noche es fresca, la vida opaca, pero a veces tiene una trasparencia mágica.
Aura me ha cambiado.
Punto y aparte.
La aventura de leer es a veces fácil, hermosa, te reconcilia son el summum literario.
Una obra redonda, mágica, perfecta, muy bien escrita, mejor contada.
Pertenece a este género personal que tanto me gusta: novela corta.
Me sentí como con La invención de Morel. Como con Bartleby el escribiente. Medel el de los libros. El gran Meaultnes. Como con tantas otras obras mayores y breves.
Hace tres años ya hice un elogio de lo breve (link)
Esta obra reúne todas las bondades de una buena novela.
Parece que estás leyendo Otra vuelta de tuerca, de James. A veces parece que estás con Felisberto Hernández. O Cortázar, Bioy Casares, el mismo Borges. Cómo algo tan pequeño puede dar tanto de sí.
Vida y muerte en sus páginas escasas, y el tiempo como protagonista. El tiempo o su destrucción.
Sazonado con algunas de las páginas más turbias que he leído.
Retrato de una locura que podría haber salido de la mente de Lovecraft.
Sí, tiene esa extrañeza que emanan las páginas de La invención de Morel, esa opresión claustrofóbica de Bartleby el escribiente. Tiene esa manera nueva de contar de Cortázar y Felisberto. También está el conejo de la Alicia de Lewis Carrol, que parece un guía por esa casona en penumbra, lugar de maravillas donde el tiempo pierde su textura de reloj cansino.
Es de lo mejor que he leído en mi vida, ya Fuentes con esta obra pertenece a mi santuario.
Y lo turbio, sí, dije lo turbio. Pocas obras que no sean impuras hay buenas. Es uno de los relatos más sórdidos y turbios que he leído. Erotismo de gozo y dolor.
Novela gótica.
Novela de realismo mágico.
Novela que te atrapa y no te suelta, hacía meses que no leía tan rápido. Suspense y lírica.
Como tengo por costumbre no te haré una sinopsis, pues ya hay reseñas en la red que puedes leer, google te lo pone fácil. Ya sabéis que uno de los lemas de Manicomio es: háztelo tú mismo.
Dice Goytisolo en las páginas que comentan esta obra que Cumpleaños ha de ser leída para comprender mejor Aura, ya que Aura a su vez explica Cumpleaños. Así lo haremos, Fuentes se lo merece, eso y el ocupar su sitio Mayor, pero siendo leído.
Obra mayor, obra maestra. Gracias, Fuentes.
Leed Aura.
Leerás Aura, y probarás lo que es bueno. Y sentirás el tiempo consensuado derrumbarse para dejar paso a la eternidad donde las buenas obras permanecen.

 Coda

Aura. Carlos fuentes.
No volverás a mirar tu reloj, ese objeto inservible que mide falsamente un tiempo acordado a la vanidad humana, esas manecillas que marcan tediosamente las largas horas inventadas para engañar el verdadero tiempo, el tiempo que corre con la velocidad insultante, mortal, que ningún reloj puede medir. Una vida, un siglo, cincuenta años ya no te será posible imaginar esas medidas mentirosas, ya no te será posible tomar entre las manos ese polvo sin cuerpo.

2 comentarios:

Hilvanes y Retales dijo...

Con un comentario así, seguro que se disparan las lecturas de Don Carlos, quien, desde donde se encuentre, seguro que está feliz por sus palabras ... cuando yo publique, espero que lea mis obras ... jejeje...

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

Don Carlos es digno de salir del sarcófago de los escritores momia para pasar al de los escritores vivos, es decir, aquellos que aunque fenecidos van sus libros de mano en mano, vamos, que son leídos.
Sin duda leeré y alabaré sus obras, Hilvanes, pues lo que he leído de usted -relatos y poemas, todos sus posts-, son de mi agrado.