viernes, 12 de enero de 2018

Esto no es la casa de Bernarda Alba


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El otro día volví al teatro y cumplí uno de mis sueños, que es ver en vivo al gran actor Eusebio Poncela, uno de mis preferidos, que en Martín H, junto a otro grande como fue, y es, Federico Luppi, interpretan uno de los mejores duelos dialécticos de la historia del cine.
Lo suyo es personalidad, talento innato, o qué sé yo si trabajado.
Después de merendarnos una ración de nachos y unas birras en uno de los bares que frecuento, junto a los cines Verdi, donde va la juventud -son mis preferidos, aquí entre tú y yo, suelo elevar la media de edad a los 19 o 20 años, me impregno y me empapo de savia joven con sólo oler y mirar lo que me pertenece por derecho, ¡oh, divino tesoro!- llegamos a los Teatros del Canal y nos sentamos en butaca de patio, por primera vez, y mira que he ido a esos teatros, pero siempre me ponen en los palcos o en el gallinero, en el teatro de hoy no sé cómo se llamará, un tanto incómodo, donde hemos de ver ladeados la función.
Digo a los que conmigo van:
-Siempre que vengo al teatro me encuentro con alguien conocido.
-Es verdad -afirma la que se sienta a mi derecha-, me pasa a mi también, que me encuentro con algún amigo.
-Me refiero a alguien famoso.
-Pues mira, ahí la tienes -me advierte la que se sienta a mi izquierda-, Cifuentes.
-Coño, la Cifuentes -exclamo mirando hacia delante  donde se sienta, en las primeras filas, una señora rubia y con coleta, nuestra presidenta.
Es que no falla, aunque no sea del todo cierto, sucede con tanta frecuencia ... y sobre todo hoy después de comentarlo. Misterios de la física cuántica.
Esto no es la casa de Bernarda Alba es una versión de José Manuel Mora y dirigida por Carlota Ferrer de la obra lorquiana La casa de Bernarda Alba, uno de sus dramas más célebres, más intensos líricos lorquianos. Quizá junto con Yerma y Bodas de Sangre.
En esta versión quien interpreta no son mujeres, sino hombres haciendo de los personajes femeninos, salvo la excepción de Amelia, que es interpretada por Julia de Castro. Y se agradece.
Eusebio Poncela, como no, es Bernarda, y nos sorprende a todos desde las primeras palabras en su boca.
En seta versión se añade texto, hay discurso feminista, que nunca está de más, por si a alguien se le olvida lo que debería ser obvio.
Me dice alguna de las que conmigo va:
-Ültimamente las obras que vamos a ver son muy feministas.
Y es cosa molesta. Y por eso está bien que esté, para incomodidad del respetable y que llegue a conclusiones o razone si acaso.
Quizá incomode por lo repetitivo. Pero es que si no se olvida.
Pero este es otro discurso y deberá ser debatido en otro momento, en otro lugar, que aquí estamos para hablar del latido lorquiano, que aquí se respeta y se mantiene y late con esa hondura.
Dice el tópico:
-Es que Lorca conocía el alma de la mujer como nadie.
Y disiento. Lorca conocía el alma y ya, por eso fue el más genial, genio y figura, en al vida y en la muerte. Fue uno de esos milagros, en un camino nada fácil dio luz al mundo. En Literatura fueron Homero, Cervantes, San Juan de la Cruz, Oscar Wilde, Lorca. Sí, claro, y mucho más, pero es que éstos seres hicieron de la literatura algo sublime, hicieron Literatura.
De Homero poco sabemos, o ciego o colectivo. Cervantes y San Juan de la Cruz fueron presos, Wilde y Lorca fueron margen. Quien quiera entender que entienda. Y estos dos murieron por ello. Margen.
Y desde el margen hicieron milagros en la página de la Literatura.
También hay un aliño a la obra en esta versión, desde antes de abrirse el telón. Hay músicos, hay bailarines, hay música, hay máscaras y voces en off -la de Eusebio Poncela, por ejemplo, presentando la obra-.
Yo sí la recomiendo, no hagan caso de alguna crítica negativa que ha sido publicada en algunas páginas culturales de algún periódico, más que a la función en sí, a alguno de los actores.
Son buenos todos, y de todo saben hacer.
Recordaré siempre, entre otros de talles, al propio Eusebio Poncela, que hace de Bernarda, que sabe observar, pues cuando no actúa se queda quieto en el margen del teatro, observando a sus compañeros.
Y ese detalle me parece un hallazgo, porque a Bernarda, creo, no se le escapaba nada.

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