sábado, 4 de enero de 2014

Sombra de mi





Yo y mi sombra, ángulo recto.  
Yo y mi sobra, libro abierto.
Manuel Altolaguirre

Si te conoces demasiado a ti mismo, dejarás de saludarte 
Ramón Gómez de la Serna


Mi sombra roza la excelencia.
Estos días lluviosos y festivos uso un sombrero que encontré en casa una de las primeras tardes de lluvia. El chubasquero irlandés no me protege del frío y el paraguas es una molestia cuando sales y la atención mereces centrarse en otras cosas. Aquella primera tarde, ya noche, no me dí cuenta aún de lo que mi sombra hacía, o mejor dicho era.


Aquella primera tarde, noche prematura, algo avergonzado por llevar un gorro para la lluvia, me sorprendí por no llamar la atención: nadie se me quedaba mirando, a nadie extrañaba mi nuevo atuendo. Muchos hombres lo llevan, y a mí como a tantos me encaja en la cabeza sin excentricidad de moderno o de chalado.
Tormentas de viento y lluvia, sin truenos ni relámpagos, es lo que nos ha traído el nuevo año, y yo estoy feliz por ello, pues mi temple romántico queda reflejado en la noche y en la lluvia gracias a la ramoniana luz de las farolas. Así me he dado cuenta de lo que vale mi sombra.


Si me miro en el espejo y me observo con mi nueva y sempiterna cazadora negra y con el sombrero de lluvias, no veo más que a un hombre común, algo macarra y pelín bohemio; pero si andando voy, de noche, perdido por Madrid, y miro mi sombra, sonrío y me digo, le digo: eres mejor que yo, qué duda cabe.
La ramoniana luz de las farolas hace de mi sombra un reflejo de mí más puro y excelente, con ese sombrero que quedando mediocre en mi figura queda en mi sombra cinematográfico.
La sombra, en las películas, suele salirse de madre y es como un travieso personaje que en las comedias va a su aire y sin obligaciones, y en el cine de terror asusta o estimula paranoias.
Mi sombra, aún siendo distinta a mí -un yo ideal, una imagen a seguir más que guardiana-, aún no se me ha despegado, como un amigo más, siempre a mi lado y aún así desconocido.
Mi sombra es más atractiva que yo, si en vez de aparecer con el reflejo de la luz de las farolas se quedara en mi, esta combinación de mi sombra y yo, me haría hombre de una pieza, un ser completo.
Ya lo vimos en Peter Pan, que pierde su sombra y es la amiga y maternal Wendy la que se la cose. Así comienza el cuento y la aventura.
Mi cuento y mi aventura también comienza así, en ese momento en que veo mi sombra y digo: ese no soy yo, no forma parte de mí, y si me pertenece qué poco sé de mi.



Ahora mi sombra -que dicen los poetas y psicoanalistas es la zona oculta de nuestra personalidad- será mi maestra y mi modelo a seguir. O soy como mi sombra o nada seré.
Nada me apetece ser más que mi propia sombra, seré yo quien siga sus pasos y no ella a mí como manda la lógica. Mi sombra acaricia la excelencia, es perfecta y pura, un personaje de cine de una pieza, un tipo completo y sin complejos.


Coda

A la sombra de mi sombra 
me estoy haciendo un sombrero;
sombrero de largas pajas
que he recogido del suelo.
Lo haré con el ala ancha,
que casi llegue hasta el cielo
pa´muchas veces no ver
las cosas que ver no quiero.
Manolo Chinato



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