miércoles, 16 de mayo de 2012

Simbolismo (XIV). Espejismos.



Pero es que, como dice esta canción, nada puede llevarse esta tristeza, nada es comparable a tí.
El carro del buhonero se lleva algo que arrojé algún día, sin saber yo que pronto, enseguida, iba a necesitarlo.
-Alguien silba en un anuncio publicitario, y quien conmigo vive pregunta si quien silba soy yo, yo, que nunca quise venderle nada a nadie, yo, que tan sólo compré, compré capitales de ilusión, por ver si me completaba-.
Algún día te mostraré, sin tú saber que soy yo quien te lo muestra, qué es una página completa: o vacía, completa de vacuidad, vacía de plenitud.
Pasaba esta tarde por un territorio de posguerra y me preguntaba si no será necesaria otra guerra para volver a estimar en su justo valor lo que se tiene, lo que se anhela, lo que se piensa, la propia creencia con un endecasílabo que redecore la vida, como el Ikea.
Esta tarde hemos leído algo y bien, que es mejor que leer mucho y mal. Hemos leído que los libros arden para proteger la sabiduría del hombre, y hemos aprendido que lo actual, en los últimos siglos, necesita de narratiblilidad. Y lo que no es así será pureza, será vanguardia, será para la élite y para cuatro acabaos que lo comprendan.
Es necesaria la trama, y yo busco en los periódicos el culebrón de todos los días, tan ajeno como si fuese de telenovela.
El Sábado a la noche, muy de noche, poco antes del amanecer, me pasé por donde la revolución española, esa válvula de escape de nuestra juventud deseosa de escarmientos y batallas, tan proscrita de madurez; tan clamor, fragor, candor, sudor de hembra adolescente.
No había nadie.
Casi lloré.
Todo saldrá en televisión: todo es mediático.
Menos tu odio hacia mí, menos ese cariño tuyo, tan estacional, casi metódico.
Ha muerto Carlos Fuentes, y el Boom continuará, como hasta ahora, en los manuales de literatura y no más.
Por mucho que quieran los críticos buscar lo excelso la gente leerá otra cosa. Y la historia dictará otra.
En dos siglos, los de ahora, no sabemos quien pasará el donoso escrutinio, qué modas sacarán el nombre de hoy que es flor de un día.
A mí me gusta que me quieras, tu cariño flor de un día, rodeado de algo de desprecio y resentimiento y hasta de odio. De higos a brevas, de pascuas a ramos, los meses con r no me quieres, y los sin r me amas hasta la flor del hueso, aquella de la primavera del tuétano, aquella tan interior, tan de tu alma sabia, que es la que me quiere a mí, porque sólo una mujer sabia puede enamorarse de la imbeciblilidad de un hombre tan quieto que no para, como si hiciera algo, sin hacer nada, como si fuera bueno, siendo mediocre, como si fuese estrella siendo tan sólo un meteorito iluminado por otras voces y otros ámbitos.
La curiosidad lleva también al amor, pero cuando se ve una región que es un páramo de angustia, llega las frustración y el resentimiento. Yo lo comprendo.
Hay desiertos tan llenos de espejismos que parecen vergeles.
Pero no llueve.
Gobierne quien gobierne, es que no llueve.
Se me llevan no ya todos los demonios que tentaron al de Nazaret en el desierto, si no los espejismos de las tentaciones.
Se nos llevan todos los espejismos, que son un simulacro de realidad.
A los jóvenes de hoy, tan Quince de Mayo y tan braga brasileña y tan android, se nos llevan.
Palabras somos que se lleva el viento, espejismos de un mar y de una tormenta que nos arrebatara y nos permitiera destrozar el mundo, para recrearlo esta vez sí, esta vez puro y edénico, esta vez con el reinicio del sistema, esta vez con la inocente vocación de un niño abanderado en su juego flor de un día.
Un espejismo es un instante.
Luego se acaba.
Luego se apaga la luz, y a dormir, que mañana es día laborable. O a morir, cuando lo laborable es otro espejismo más.
No, yo para tí no fui un espejismo, lo sé. Yo para tí fui lo que soy, pero me visitaste en Domingo con el traje de fiesta. A diario soy uno más que juega y pierde cada día, con la ilusión de que mañana será día de suerte.
Y siempre que me quieras y te atrevas a volver a verme tendré las galas de Domingo, pero no me pidas que sea excelso día a día, no tengo medios para llenarte el corazón de espejismos para luego defraudarte.
Soy un mediocre.
Menos en Domingo, cuando tú me das un sí que es un vergel y una tormenta.
¿No es La invención de Morel, de Bioy Casares, una metáfora del hoy, donde se proyecta una película donde no la hay, donde sólo hay ambiente? Genialidad de la novela del espejismo, que ha sabido ver nuestro cariño, repitiéndonos una y otra vez ese Domingo que es la tarde de cualquier día de besos y caricias y promesas.
Sí, no me condenes por no ser siempre yo una tarde de besos de caricias, un Domingo, o un vergel. Yo soy, normalmente, un desierto más que a veces regala un espejismo.
Hace dos días o tres soñaba contigo, tú eras una gata de mandíbula furiosa que indignada por no sé yo qué motivos me reñía. Me mostrabas unos dientes afilados.
Si tienes sed no me culpes, si quieres lo verde, no me culpes, si quieres un mar, la lluvia, la vendimia, no soy yo quien lo traerá. Tan sólo esperaré contigo las galas del Domingo. Más no puedo.
Una fábula es un espejismo literario. Correcto.
Una ficción es un espejismo literario. Correcto.
Un ideal es un espejismo en cualquier ámbito. Correcto.
Yo soy de carne y hueso e incorrecto.
No soy un ideal, aunque lo busque y añore.
El caminante no es el camino: los son sus pasos, y por tanto los pasos que no da, no son camino. Acaso una ilusión, un espejismo.
Y hay niebla alrededor, y a veces ni hay camino.
Que la luna nos haga su claro, no es más que un espejismo del sol que a ella alumbra.
Porque es de noche. Aunque es de noche.
Claro de luna, por Debussy/Disney






El caminante sobre el mar de niebla
de Caspar David Friedrich

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