sábado, 21 de abril de 2012

Microrrelatos para el día del libro (II)




Figura solitaria en el Café Gijón. McCartney
 Cuando cerraba la tienda, el viejo librero solía pasarse a tomar un vino al café donde yo escribía por las tardes. Sabía contar con gracia los centenares de anécdotas de sus clientes. Pero un día, triste, me contó lo de la muchacha que entró alterada a la penumbra de la librería. Anochecía, y mi amigo aún no había encendido las luces. Llorosa y y con hipo, pidió al librero algo para curar el libro enfermo que acunaba entre sus brazos: "Sus palabras me queman las manos por la fiebre, cada capítulo es un lamento de dolor, se me muere, señor, usted me lo vendió y me lo vendió enfermo, se ha hecho mi mejor amigo y no quiero que me lo cambie por otro, no quiero que se muera aquí solo y abandonado. Cada vez que lo leo me llega su angustia, su soledad y su miedo."  El viejo cogió el libro y lo abrió, pasando las páginas desconcertado. Sólo se le ocurrió decir: " Ya está escrito, no hay vuelta de hoja". La niña salió llorando. La librería ya estaba a obscuras. "¿Qué libro era?"  -Pregunté sobrecogido. Me contestó con desprecio: "Aquel que escribiste tú, maldito genio".

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