Acto Primero
(En la penumbra de una alcoba con persiana más cerrada que subida, las ideas confusas se confabulan leyendo fragmentos de Keats, luminosos pese a su negatividad. Paso de transcribirlos, no me da la gana copiar frases)
Posibles peregrinos deambulando bitácoras: lleva una semana sin postear, caballerete.
Moi: soy lector esponja, contagiado me han los Barlebys que en la Literatura han sido. De mayor quiero ser Vila-Matas, pero más libidinoso, siempre lo he dicho.
(Levanto la persiana, más que porque entre la luz, por ver si la vecinita de enfrente está tendiendo la ropa, con boquita enfurruñada en su linda carita, con ese minipantalón apijamado de las siestas, cuando sabe que en España nadie mira a esas horas.)
Manicomio: Nos podemos escribir sobre el éxito, como decidimos a la mañana mientras a vos le hacían la pedicura y leía ingratamente sorprendido el artículo de Rafael Reig.
Acto Segundo en FlashBack
(En un Aluche acalorado de temperaturas y resacas futboleras, vuestro príncipe se regala con la lectura, con su leer pausado, lento, umbraliano, meditabundo)
Rafael Reig:Ahora, como la zorra ante las uvas que no podía alcanzar, me alegro mucho de no haber tenido éxito. Me conozco: se me habría subido a la cabeza. Pero, ay, lo que habría dado por echar a perder mi vida por culpa del éxito. No pierdo la esperanza: el día menos pensado, suena la flauta y tengo por fin la oportunidad de convertirme en un anciano patético. (artículo completo)
Ego: Don Rafael, lo quiera o no, usted tiene éxito, no se haga el anónimo escritor de barrio, no me quite el puesto, jo...
(Una entrevista a Juan Manuel de Prada por la reedición de El silencio del patinador. A este señor se le respeta en Manicomio por libros tan ramonianos como Coños y tan inolvidables como Las máscaras del héroe. Actualmente no seguimos ni al J.M. de P. novelista ni al articulista. A nos, en Manicomio, nos gusta el J.M. de P. de las entrevistas. Considera que el escritor no debe tener demasiada formación académica, eso puede convertirse en una jaula, o una prisión. El escritor debe ser un poco bruto. No encuentro la entrevista en la red, no está nada mal)
El que esto escribe: el escritor debe ser un anarquista, y hasta este deber que postulo ha de ser erradicado.
Acto Tercero y último
(Anochece veraniegamente, la ensalada de la cena ha sido completita.)
Yo: no.
Ellos: ¿no a qué?
Vosotros: ¿de qué se habla aquí?
El menda lerenda: de los escritores del No. Pero hoy no escribiremos de los escritores del No, o sea, los Bartlebys y sus tíos Celerinos. ¿Cuándo? Quizá mañana, o pasado, o ayer o tiempo derrotado por No
Las voces de la conciencia frente a este humilde servidor vuestro: Es mejor leer que escribir, ¿verdad, pollo?
Este humilde servidor: No
Las voces de la conciencia: ¿es mejor escribir que leer, entonces?
Servidor de ustedes No
La Conciencia: oh, malandrín que zascandilea en constante aparato de farra y fiesta, briboncete de amaneradas manías y excusas de orate, ¿quieres dejar este juego y ponerte a leer otra vez?
El pollo aludido, desplumado y salpimentado: preferiría no hacerlo.
Lector y lectora avispados: entonces, caballerete, si en tanta negativa te hallas, ¿cómo escribes este post?
Caballero sin caballo: porque uno también puede negarse a no escribir.
Espíritu umbraliano: o sea...
(Ha caído la noche, paradójicamente vencedora frente al día, día en el que una cumpleañosa me invitó a comer -misteriosamente, el gazpacho era más salmorejo que gazpacho- y en el que adquirí Fiesta, de Ernest Hemingway, por 8.95 euros. Próximamente hablaremos sobre Batleby y Compañía, escrita por un señor que de Barleby tiene lo que Rafael Reig de anónimo. Después quizá, ya que viví en vivo y en directo los Sanfermines, hagamos una novelera reseña sobre Fiesta, del nobel más doblado y campanudo. Luego quizá me atreva a escribir una novela llamada Siesta, en la que los personajes seguirán pautas afines a los personajes de Fiesta, pero sin moverse del sofá, de la cama, del café, de la taberna. Creo que nadie ha escrito nunca ninguna novela llamada Siesta. No.).
5 comentarios:
Preferiría no comentar...
Pero lo haré...
Me deja Usted a cuadros con sus canciones...su búsqueda y rescate de joyas musicales merece un premio...
Ahora que somos no tan jóvenes observamos como se han convertido en Grandes aquellos que escuchábamos en los 80, especialmente los 90...
Volviendo al NO.
Ahora ya sabemos quién es la lectora de la cabecera: su vecina...pillín...
En el cuarto de costura estamos ansiosos por leer su comentario al Bartleby...
La tempestad leía yo en primero de carrera...me gustó...pero no he vuelto a leer nada más del señor Prada...
De Reig, ya sabe que leí por recomendacíon de Usted Literatura para Canívales...una canivalada de libro...allí nos enteramos que la Pardo Bazán era una libidinosa y que andaba en juegos amorosos con Galdós...pero luego Baroja venía y decía aquello de:
"La Pardo Bazán no me interesó nunca ni como mujer ni como escritora. Como mujer, era de una obesidad desagradable, y como escritora, todo eso del casticismo y del lenguaje no he tenido muchas condiciones para sentirlo.
Al menos para mí, todo ello no tenía gran atractivo. En su conversación, doña Emilia era un poco ansiosa y trepadora.
La cuestión era demostrar que era amiga de la condesa y de la duquesa, del príncipe, del gran escritor y del gran político. Si la representación de la aristocracia y del ingenio español eran la infanta Isabel, la marquesa de La Laguna y la Pardo Bazán, había que echar al galope al yermo.
“Emilia la Rabicorta”, parece que la llamaba la Laguna a la Pardo. No sé por qué; las dos eran igualmente rabicortonas y pesadas. ..."
Acabo de volver de la cocina: lentejas viudas y tortillas papas, estaba pensando abrir un tinto manchego, pero estoy en desintoxicación después de los Sanfermines, y eso que no bebí en demasía.
Admiro mucho a Don Pío, para mí es de los mejores, indiscutiblemente. Ayer leí una reseña de Luis Alberto de Cuenca en la que comentaba la reedición de El árbol de la ciencia, en Cátedra, con más notas y más prólogo. El Árbol de la ciencia es uno de los libros insustituíbles de la literatura en castellano, por su profundidad y las reflexiones que propone, por la humanidad de los personajes. Aunque, personalmente, prefiero la trilogía de La lucha por la vida.
Sin embargo no puedo estar más que en desacuerdo con él, en su opinión sobre Emilia Pardo Bazán. Lo poco que leí de ella, Insolación y La Tribuna, me parecen dos joyas de nuestra literatura, con la problemática de la mujer trabajadora en La tribuna, y con un incipiente y valiente feminismo en pro de la libertad de la mujer a disponer como quiera de su vida en Insolación.
Cuando no sepan qué leer o qué comprar, vayan a por La Tribuna, o Insolación, mi preferida, pues sucede en Madrid en plenas fiestas de San Isidro.
La Pardo Bazán fue una mujer adelantada, valiente, y al misógino don Pío le daba a buen seguro una cochina envidia el ver cómo Don Benito y Don Vicente Blasco Ibáñez además de fecundos literatos se lo montaban con la inigualable doña Emilia.
¡Gracias por su aportación, Hilvanes!
Vaya, me amonesta La Fontaine, el erudito filólogo de Manicomio -aquí tenemos de todo, hasta guardas civiles-, por hablar tan apresuradamente sobre una releción Pardo Bazán- Blasco Ibáñez. Me informa que se conocieron, y que posiblemente fueron amigos, don Vicente Blasco Ibáñez asistía a la tertulia que montaba donña Emilia en las librerías. Pero de ahí a decir que eran amantes... El erótico Marqués de la Pollalzada, que me informa con su mente calenturienta y no con el raciocinio de una persona leída de su edad.
Disculpen la confusión, aunque... ¿por qué no?
La verdad, que la imagen pasada a la posterioridad de Blasco Ibañez es de un señor muy señoreado, como decía el acertijo, no le veo yo jugando debajo de una mesa en una taberna...tan serio...tan formal...que no lo era menos Don Benito...
El árbol de la ciencia, curiosamente es el libro que más veces he leido y no lo tengo. Ha sido siempre de bibliotecas. Junto con el Barón Rampante, y pocos títulos más, forman parte de la historia que ha ido forjando mi forma de ser...
Creo que acabo de decir una cursilería y/o tontería...
El árbol de la ciencia también lo he leído varias veces, nunca olvidaré los veranos del protagonista, leyendo folletines en vez de estudiar y siguiendo con los amigos a las muchachas. Luego su oficio de médico, y su mujer, que sólo comía ensaladas y él se lo reprochaba. También se bañaba todos los días, cosa inusual en ese tiempo. Había un capítulo central en el que discutían de filosofía, la gente se lo saltaba, pero yo lo leía con placer. Y el amargo final, que Umbral criticaba porque ponía siempre el mismo adjetivo. Pero luego Umbral en sus últimos años admitió el magisterio de Don Pío.
De Blasco Ibáñez echaron una serie en TVE, de la que recuerdo que era un ligoncete, por eso quizá la memoria me ha hecho vincular la historia de la Pardo Bazán con la de Blasco Ibáñez.
Será posible, mi padre tiene las obras completas en Aguilar de Blasco Ibáñez y yo aún no he leído nada, mi padre me recomendaba La Horda.
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