jueves, 7 de enero de 2010

Pasión lectora, de Clara Sánchez


La chica que va leyendo frente a mí en el metro sólo despega la vista de las páginas para comprobar por qué parada vamos, o para retener mejor alguna imagen, o darle vueltas a una frase que le ha impresionado. Tendrá unos 28 años y, seguramente, regrese del trabajo. Lleva el arreglo algo marchito de quienes salieron de casa hace 10 horas. Ha forrado el libro porque tal vez se lo han prestado y no quiere estropearlo, o puede que para ella sea un acto tan íntimo que prefiera proteger la identidad de la obra y el autor y, de paso, sus propios gustos. Precisamente, de gustos se trata. Hasta que una obra entra en los manuales de literatura primero tiene que pasar por el proceso del simple gustar, de atrapar a alguien que la va leyendo con el traqueteo del autobús o en un bar lleno de ruidos. Incluso andando por la calle, como hace con total naturalidad la protagonista de Una mujer soñadora, de Thomas Hardy, cuya versión real he visto, perpleja, más de una vez por aceras y pasos peatonales. Y es que a quien le gusta leer de verdad, lee por cuatro y encuentra la forma de hacerlo aun a riesgo de pegarse un buen tropezón.
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Ante todo mi enhorabuena a esta atractivísima literata que tanto me hizo gozar en aquel último verano del siglo XX. Me acabo de enterar de que le han otorgado el Nadal, todo porque he tenido un ataque de hambre de información y me he puesto a leer periódicos on line. Si no, que no me entero, tan perdido me hallo.
Clara Sánchez es una de mis novias. En los últimos meses de universidad, allá por Mayo, llegaba yo con sonrisita de tímpano a tímpano -herido de músicas celestiales-, y preguntándome las compañeras, envidiosillas, de quién estaba enamorado, declamaba yo:
-He estado con mi hermana en la feria del libro.
-¿Y quién te ha firmado?
-Mi novia.
-¿Y quién es tu novia, si puede saberse?
-Clara Sánchez, mirad la dedicatoria: "a David, tan misterioso, que ya está en las páginas de este libro"
Por entonces estaba enamoradísimo de la otra -la otra novia-, Elena Anaya. Pero mi corazón es tan grande que puede albergar caudales de cariño. Jane Austen y Julieta Venegas son otros de mis desinteresados amores.
El Misterio de Todos los Días, y subrayadito y comentadísimo que lo tengo.
Yo quería llevarme Últimas noticias del paraíso, pero se lo agenció mi hermana.
-Pues entonces me llevo este otro.
-Da igual -me dice mi chica, Clara de voz clara, gatuna e insinuante-, llévatelo también.
-Es que es mi hermana, ya me lo dejará.
-Los libros no se prestan, nunca.
Fue la primera bronca amorosa, y yo en eso sí que no cedo, y seguro que ella tampoco. Así somos los matrimonios.
Los libros se prestan, se regalan, se roban -si no, que se lo digan a Don Paco Umbral-, se tiran a la cabeza del prójimo -a mí una vez un colega casi me descalabra con La Divina Comedia de Dante-, se mojan en la bañera y bajo la lluvia, se pisan y se besan y hasta se mordisquean.
Aunque don Enrique Vila-Matas, que sigue sin enlazarnos a mi amiga Hilvanes y a mí, diga en sus volubles y enriquecedores dietarios que los libros ni siquiera se regalan. A lo Juan Palomo, yo me lo compro, yo me lo devoro.
A veces Clara participaba como contertulia en el programa del Garci, donde escaseaban las mujeres. Cuando El Evangelio según San Mateo, por ejemplo. Ella, más culta que todos ellos juntos, hablaba de nouveau roman y de Alain Robbe-Grillet -el grillao, que le llamábamos en clase- dejándoles a ellos más pequeñicos si cabe y a mí más pajarillo cantor de sus amores.

Y he aquí las otras:

Elena Anaya:



Jane Austen:



Julieta Venegas:



Participe, ciudadana, arriba a la izquierda hay una encuesta para saber su opinión sobre el uso del libro.
¡Vote!

Una mujer soñadora, de Thomas Hardy. Suena tan bien que lo pondré en mi lista de pendienes.

8 comentarios:

Hilvanes y Retales dijo...

Su encuestra es muy interesante, a ver qué sale de ella...

Vila-Matas: no hay forma de que nos enlace, no no no... joooo

De Clara Sánchez leí Presentimientos. Y no me gustó nada en absoluto...Siento decirlo así, tan brusca, sin anestesia ni adjetivo...me gustaba tan poco que me saltaba algunas páginas. Otras leía un par de renglones. Y usted preguntará ¿No es usted de aquellos seres que se atreven a dejar los libros sin terminarlos? Es que era lectura oblitoria y no quedó otro remedio. Como luego no pude presentarme al examen, no vi forzada a hacer un repaso al libro...

y aprovecho desde aquí para quejarme de las listas de libros de lectura obligatia: con todos los libros que hay ya podía escogerlos mejor...

Con Luna Lunera de la REgás tampoco pude...

Pero el artículo es fantástico, todo hay que decirlo...

Y ¿Por qué le adjetivaba a usted como misterioso esta señora?

a. - porque estaba usted ya en el libro.
b. - porque así se lo pareció a ella.

Yo novios escritores no he tenido.

He tenido un abuelo: Don Miguel de Unamuno, ese señor tan serio (como decía Carmen Martín Gaite, ya que don Miguel frecuentaba la casa de la GAite en Salamanca donde su padre era Notario y don MIguel Catedrático).

He tenido una abuela: Carmina.

He tenido el tío más enrollado y gracioso del mundo mundial: Enrique Jardiel Poncela.

Un vecino al que frecuentar por las tardes a tomar un café: Paco Umbral.

Un primo lejano con el que descubrí las posibilidades de la novela española: Eduardo Mendoza (escritor que descubrí gracias a mi prima que me regaló el laberinto de las aceitunas)

El bisabuelo: Tolkien (también gracias a mi prima)

El tio raro de la familia: Cortazar.

Y no sé porqué, todo el rato me viene a la cabeza mi libro favorito, uno de ellos, claro...

Y el vecino de silencio elegante...continúo en mi blog...

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

¡Excelsa familia, la suya!
Lo de David el misterioso seguro que vino a cuento porque hay un personaje en la novela llamado David, un gañán.
Yo de la Regás leí La Canción de Dorotea, y todo iba bien, el tema y el sentido, la trama y la escritura, pero parecía que era un encargo, ¡ganó el premio planeta! Lo digo porque las últimas páginas no tienen ningún sentido, parecía que tenía prisa por acabarla. Vamos, una pena...
Las listas de lectura obligatoria, sobre todo en la infancia, son una tortura. Están ellos, y si de niños pica la curiosidad lectora, están también los otros, y nos inclinamos más por esos otros que ni están en la lista ni son siquiera recomendados.
Cuenta la abuela Carmiña en El cuento de nunca acabar, que a ella le obligaron a prestar atención en una lectura del Quijote y que la imaginación se le iba por la ventana. Pero que luego, otro día, años después, sentada en un banco de un parque -o en el campo-, y leyendo por propia voluntad la historia del caballero del verde gabán -un capítulo del Quijote-, entonces, quedó prendada para siempre de ese libro.
Yo, más que familia literaria, tengo cortejo de novias y santoral.
¡Santo Julio Cortázar! Por ejemplo.
Pues el otro día soñé con el abuelo Miguel.

Hilvanes y Retales dijo...

Oiga, más respeto, para usted don Miguel de Unamuno.

Un JaRdIeLisTa dijo...

¿Está díscolo el Marsé? Esperamos su opinión junto con una crónica de los madriles...

http://www.elpais.com/articulo/cine/Controversia/Sodoma/elpepuculcin/20100108elpepicin_6/Tes

Enrique Jardiel Poncela dijo...

Su novia, ilustre Príncipe, parece, a simple vista de fotografía, perteneciente a ese grupo de mujeres que conservan su aspecto elegante hasta en los naufragios.

Esta frase, no es obra mía, del Señor Valdivia, ilustre enamorado, como usted, pero de esa Clara ganadora del Nadal, sino de Vivola Adamant.

Enrique Jardiel Poncela dijo...

Su novia, ilustre Príncipe, parece, a simple vista de fotografía, perteneciente a ese grupo de mujeres que conservan su aspecto elegante hasta en los naufragios.

Esta frase, no es obra mía, es del Señor Valdivia, ilustre enamorado, como usted, pero no de esa Clara ganadora del Nadal, sino de Vivola Adamant

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

Don Enrique, mientras que su tocayo Vila-Matas ni se digna a tratarse con un plebeyo como yo -ya verá ese cuando conquiste el reino que me fue arrebatado-, usted es pródigo con sus visitas a esta mi humilde morada, que es su casa.
No pillo bien el artículo de la polémica, a ver si lo encuentro y les comento...

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

Este año promete en cine, y esta película no pensaba perdérmela, da igual lo que diga Marsé, donde hay morbo va el vulgo, y uno tiene que saciar sus bajos instintos con las comidillas de estas comadres literarias.
Esta mañana he leído yo en El Mundo el artículo de Luis Antonio de Villena:
http://www.elmundo.es/opinion/tribuna-libre/2010/01/21768471.html
El es de otra opinión que Marsé, y Luís Antonio no es más tonto, y también conoció a Gil de Biedma.
Veré la película en dos semanas, que tengo en el curro unos días libres.
Es más, veré muchas películas, digo que la temporada promete:
-Un hombre serio, de los Cohen
-La cinta blanca, sobre el germen del nazismo en un pueblo austriaco.
-El cónsul de Sodoma, de la que estamos hablando.
Y, para la primavera, vendrán la Alicia de Tim Burton y una nueva versión -creo que la tercera en cine- de mi libro preferido en la adolescencia: El retrato de Dorian Gray.
Cinefagia, ¡oh, hambre!