domingo, 27 de febrero de 2011

Simbolismo (XII): el spleen de Madrid y los ángeles.

No quiero quitarle el título al maestro Umbral, tomemos este título como un homenaje pequeño.
Pero antes en el tiempo Baudelaire escribió una serie de poemas en prosa, El Spleen de París. Ahí va uno:

¡Qué admirable día! El vasto parque desmaya ante la mirada abrasadora del Sol, como la juventud bajo el dominio del Amor.
El éxtasis universal de las cosas no se expresa por ruido ninguno; las mismas aguas están como dormidas. Harto diferente de las fiestas humanas, ésta es una orgía silenciosa.
Diríase que una luz siempre en aumento da a las cosas un centelleo cada vez mayor; que las flores excitadas arden en deseos de rivalizar con el azul del cielo por la energía de sus colores, y que el calor, haciendo visibles los perfumes, los levanta hacia el astro como humaredas.
Pero entre el goce universal he visto un ser afligido.
A los pies de una Venus colosal, uno de esos locos artificiales, uno de esos bufones voluntarios que se encargan de hacer reír a los reyes cuando el remordimiento o el hastío los obsesiona, emperejilado con un traje brillante y ridículo, con tocado de cuernos y cascabeles, acurrucado junto al pedestal, levanta los ojos arrasados en lágrimas hacia la inmortal diosa.
Y dicen sus ojos: Soy el último, el más solitario de los seres humanos, privado de amor y de amistad; soy inferior en mucho al animal más imperfecto. Hecho estoy, sin embargo, yo también, para comprender y sentir la inmortal belleza. ¡Ay! ¡Diosa! ¡Tened piedad de mi tristeza y de mi delirio!»
Pero la Venus implacable mira a lo lejos no sé qué con sus ojos de mármol.

(Charles Baudelaire. El loco y la Venus.)

¿Estado actual de mi espíritu? Melancólico, en su variedad spleen, que al igual que las manzanas tienen sus variedades -reinteta, verde doncella, golden ...-  las melancolías al ser frutos del ánima también tienen su diversidad.
Torre Madrid, en la Plaza de España.
No sé qué tiene Baudelaire que cada vez que le retomo en lecturas me inclino por el lado baudelaririano de la noche.
Madrid, de día, no es como Madrid de noche, son dos ciudades distintas, al igual que hay un Madrid nublado y gris de edificios céntricos y un madrid de sol sesentero y desarrollista con Torre Madrid en películas de cine.
Madrid -mirando siempre su centro- de día es ciudad turística y comercial, trajín de ejecutivos y hojas de apuntes universitarias como caducas hojas de este sempiterno otoño que es la sabiduría. Aunque algo de perennidad siempre nos quede.
-Ayer por la tarde miraba yo mi armario repletito con carpetas repletitas de apuntes-
Madrid, de noche, y sobre todo en fin de semana -aunque ya todos los días son fin de semana- necesita un argos -Argos de cien ojos que espíaba a las ninfas- para sus crónicas. Por que quien mira con sus dos ojos de siempre sólo verá el fondo del cubata medio vacío y a la buenorra que baila cerca, tan lejos. Pero quien se atreva a mirar con los cien ojos se encontrará de lleno con el spleen de Madrid, muriéndose una noche más, resucitando otra vez con el cansancio y el pánico de la historia que se repite, fabulosa, eso sí, porque creemos en el eterno retorno de la misma noche bohemia, decadente.
Con esa nostalgia del mar, melancolía que nos hace tener como diosa patrona a Cibeles.
Más que con flores del mal, baudelarianas, uno se enfrenta a los ángeles de Alberti, terribles ángeles, recordemos por ejemplo al ángel de las bodegas:
Fue cuando comprobé que murallas se quiebran con suspiros
y que hay puertas al mar que se abren con palabras.
(Rafael Alberti. El ángel de las bodegas.)

Un ángel es un foco de luz -ahora, según el amigo akabao CiudadanoQuien, después de la racha de los vampiros se pondrán de moda los novelones de ángeles-, y yo ayer fui iluminado por cinco ángeles.
El ángel ya conocido que quiso consolarme mordiéndome la boca con su hocico de loba.
Y yo poco a poco, primero ante su pudor de abrigo y luego ante su agresiva desnudez, me quería morir de pena.
El ángel de los besos y de las caricias, ángel de piel de ébano que me regaló su consuelo, y yo me adormecía entre sus pechos.
El ángel que me mandó callar con el dedito en la boca, como en una de esas fotografías de enfermeras que había en los hospitales. Chitón, y me guiñó un ojo. Yo la miraba, sí, pues bailaba sola. Y ante mi mirada ella me mandó callar, como si mis ojos hablaran. Cien ojos parlanchines tejiendo una elegía.
Luego miré otro ángel que bailaba solo, y éste me regaló la sonrisa franca y fresca del reconocimiento, como si me conociera, al igual que reconocí yo al primer ángel de la noche, pero éste a mí no me reconoció, y voluptuosamente me mordió la boca, el ángel loba, carita de loba, ojitos de loba.
Luego, el quinto ángel, el ángel de casi todos los días, aquel por el que me envidian los amigos y dedico yo mi vida. Porque estás siempre ahí, aunque a veces te eche tanto en falta.
Así que tenemos al ángel que me mordió la boca, y yo me moría de pena.
El ángel consolador del sexo y del cariño, y yo me dormía en sus brazos.
El ángel que manda callar: mira y no hables.
El ángel linda muchacha de alegre sonrisa.
Y el ángel de mis distancias. Tan cerca.
Podrá observarse, caigo ahora en la cuenta, que los cuatro primeros ángeles me mandan callar -acallan mi llanto-, con mordicsos uno, con besos otro, con el gesto de chitón otro, con la sonrisa solar, deslumbrante -tan de noche- el otro.
Sin embargo, el quinto ángel siempre me pide que hable, y si es preciso hasta que llore.

Los bosques de símbolos

En un principio este post iba a tratar sobre los bosques de símbolos, pero Madrid me pide una elegía a gritos.

Como soy lector de poesía desordenado, este soneto publicado hoy en mi jardín se me escapó en mi lectura de Las flores del mal, o a lo mejor no lo recordaba, pero cómo, a estas alturas ...
Este Martes, en la salida de metro de Tribunal, lo leí en un libro comprado un rato antes, Historia de la Belleza, de Umberto Eco, en el capítulo dedicado al simbolismo. Este libro era un regalo con retraso, para una amiga de la facultad que cumple los años en Noviembre, así es como nos las gastamos los que tenemos el alma de jardín inglés: caóticos y desmañados. El libro, como no, le gustó mucho.
De Tribunal saltamos donde Los Tipos Infames a tomar café -y uno de nosotros hasta se tomó un vino, a media tarde, el mismo que se compró un libro de Artaud-, y luego fuimos a uno de esos strombolis que hay por la zona a llenar la panza antes del teatro.
En los teatros del canal vimos El castigo sin venganza, obra de Lope de Vega, en verso y con rimas.
Uno ve y oye cosas así y sale con ganas de hablar en ripios, como cuando vimos en familia y en la tele hace muchos años Cyrano de Bergerac, ahí toda la familia V. hablando en verso.
Intentémoslo:
Antes del Castigo sin Venganza
en un italiano llenamos la panza
lo que más de la obra me gustó
fue la actriz con mojado camisón
sonrosadas carnes
tanguita azul
mis ojos gendarmes
cobraron salud
Ya antes de la obra, subiendo y subiendo escaleras, -puesto que pagamos lo mínimo y nos vimos en el gallinero que es el lugar de estudiantes y delincuentes y pagados para aplaudir o berrear-, les fui señalando a los amigos las mozas que por ahí iban a tragar obra barroca.
-Mira esa.
-Demasiado delgada.
-¡Una sílfide!
O un ángel prerrafaelista. Les dí la lección del día: para mirar y admirar, mejor las delgaditas estilizadas. Para el arte de amar, las rollizas.
Claro es que luego uno piensa en lo que dice y se dice: confundido estaba. Todo es medible según la fugacidad del instante.
Al final aplaudimos, pero no demasiado, ya que los actores parecía que tenían más prisa por irse que nosotros.
Ya lo aprendimos en el bachillerato: el tema es la honra, y la obra de Lope va de eso, de cómo un tipo que se merece la infidelidad de la esposa y la traición del hijo bastardo castiga sin vengarse. Es que es un tipo muy gañán: hace lo que le da la gana y luego se queja, y así no son las cosas, atente a las consecuencias, no se puede estar en misa y repicando.
Contra este tema saco yo como imagen en que reflejarse a nuestro Lazarillo de Tormes y su ande yo caliente y ríase la gente. El Lazarillo lo prefiero yo al Mío Cid, y le quiero tanto como a La Celestina y al Quijote. El Lazarillo es un elogio sanchopanzista a lo que de verdad importa: tener pan y un techo, que la honra es cosa de gente enflaquecida y rancia.







Coda

Y ríase la gente.


Traten otros del gobierno

del mundo y sus monarquías,

mientras gobiernan mis días

mantequillas y pan tierno;

y las mañanas de invierno

naranjada y aguardiente,

y ríase la gente.



Coma en dorada vajilla

el Príncipe mil cuidados

como píldoras dorados,

que yo en mi pobre mesilla

quiero más una morcilla

que en el asador reviente,

y ríase la gente.



Cuando cubra las montañas

de blanca nieve el enero,

tenga yo lleno el brasero

de bellotas y castañas,

y quien las dulces patrañas

del Rey que rabió me cuente,

y ríase la gente.



Busque muy en buena hora

el mercader nuevos soles;

yo conchas y caracoles

entre la menuda arena,

escuchando a Filomena

sobre el chopo de la fuente,

y ríase la gente.



Pase a media noche el mar

y arda en amorosa llama

Leandro por ver su dama;

que yo más quiero pasar

del golfo de mi lagar

la blanca o roja corriente,

y ríase la gente.
(Luís de Góngora)

3 comentarios:

Hilvanes dijo...

Qué ángeles más raros... son todos femeninos, cuándo siempre hemos preguntado de qué sexo son los ángeles...

Usted recuerda al gran Alberti, en estos días que se publican poemas inéditos del gran Juan Ramón Jiménez.

Nos habla de Umbral, de quien es Usted el mejor de sus sucesores, y estos días se publica un libro que no sé si de memorias o de qué, pero que yo no encuentro en librerías...

Decía un libro que he leído este findesemana, que de todos los estados de ánimo hay que sacar provecho. Porque, parece ser, para obtener algo bueno, primero tenemos que sufrir, y cuando estamos sufriendo, tenemos que mirarnos dentros para aprender y saber aplicar luego lo aprendido a nuestras vidas...

YO ayer que escuchaba correr el agua y queria ser flor para estar en la orilla y ser mecida por el viento... hoy quiero ser poema para ser escuchado y alegrar almas en pena...

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

Uno de mis preferidos es José Hierro, que en su soneto preciado venía a decir lo mismo que dice usted, y esas palabras las tengo yo grabadas como una oración:
"Llegué por el dolor a la alegría.
Supe por el dolor que el alma existe.
Por el dolor, allá en mi reino triste,
un misterioso sol amanecía."
Y es cierto, además, que se saca más provecho de lo bueno cuando lo bueno ha faltado, o al menos se saben aprovechar mejor las cosas.
Sobre los ángeles: dicen que los ángeles no tienen sexo porque son un hombre y una mujer ya juntos. Es, además, una idea platónica, que se debate en El Banquete, de Platón, donde se dice que en un principio hombre y mujer estaban unidos, pero que luego se separaron, por eso se están siempre buscando.
Es curiosa esta idea platónica, ya que en ese Banquete también se dice que son más puros los homosexuales, ya que van íntegros y no necesitan buscar lo opuesto y aman lo idéntico.
Ya sabemos que para algunos griegos el amor puro era el que de un varón a otro varón, y las mujeres estaban para procrear. Sólo respetaban a la hetaira, la prostituta, que era la única que tenía derecho a participar en las tertulias, al ser sabias en amor. El mismo Sócrates, en este Banquete, reconocía el magisterio de la prostituta, una le enseñó a hablar, y esa hetaira maestra llamada Diótima.
¿Sabía que el nombre de Diótima también es el de la amada en Hiperión o el eremita en Grecia, de Hölderlin?
Hiperión es una novela madre, ya que abre una tradición que tiene como heredero a Hesse, por ejemplo.
En Hiperión el joven, el aprendiz de hombre, pasa por diversas etapas, amistad, amor ...
A mí esa tradición me interesa.
Y usted ha conseguido lo que se propuso, ser poema y alegrar este alma en pena.

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

Me interrumpí a mí mismo: quería decir que Diótima también es el único personaje femenino de El Banquete.